El escritor Imre Kertész, superviviente de Auschwitz, se convirtió
ayer en el primer húngaro galardonado con el Premio Nobel de
Literatura, por una obra marcada por la mirada al pasado, el
repudio a los corsés políticos y una advertencia contra quienes
consideran el Holocausto como un horror aislado. La Academia Sueca
se decantó por Kertész -cuyo nombre se encontraba en las
«quinielas» previas del galardón-, en reconocimiento a una obra que
«examina la posibilidad de vida y de pensamiento individual, en una
época en los que los hombres están supeditados casi totalmente al
poder político».
Para el escritor, Auschwitz, lugar al que fue deportado siendo
un adolescente, no representa un caso excepcional en la historia,
sino la «ilustración de la verdad última sobre la degradación del
hombre en la vida moderna». El nombre de Auschwitz es, para él,
sinónimo no sólo de la monstruosidad ajena -la de los ejecutores-,
sino también expresión del conformismo de unas víctimas que acaban
supeditadas a esa «anormalidad» cotidiana que fue la vida interna
de los campos de exterminio. La elaboración literaria a partir del
horror vivido y la búsqueda de una explicación a la monstruosidad
humana -más allá del Holocausto- son los valores que le han hecho
acreedor del más prestigioso galardón literario del planeta.
El escepticismo y el repudio a las dictaduras es el trasfondo,
asimismo, del libro en el que trabaja actualmente, «Liquidation»
(«Liquidación»), en que nuevamente confronta su memoria con el fin
de la era comunista tras el Telón de Acero. El nuevo Premio Nobel
de Literatura, expresó ayer su «enorme alegría» al recibir esta
distinción, que según él servirá para que sea más conocida la
literatura magiar en el mundo. «Ha habido tantos nombres excelentes
en la lista, fue algo increíble para mí, sabiendo que hay tantos
escritores de enorme renombre y valor en el mundo, que me eligieran
fue una verdadera sorpresa», señaló por teléfono el escritor magiar
desde su domicilio en Berlín, donde reside actualmente. «Ya he
figurado en tantas ocasiones en la lista de los candidatos que me
pareció que no me llegaría el turno», comentó.
Kertész ha desbancado a otros nombres de alto voltaje literario
que se barajaban para este Nobel como los estadounidenses John
Updike y Philip Roth, el sudafricano J.M. Cotzee o el somalí
Nuruddin Farah, así como otros «candidatos clásicos», como el
peruano Mario Vargas Llosa. El premio, dotado con 1'1 millones de
euros, se entregará el 10 de diciembre, coincidiendo con el
aniversario de la muerte de Alfred Nobel, ocurrida en 1896.
El editor español de Kertétsz, Jaume Vallcorba, aseguró ayer en
la Feria de Fráncfort que el escritor húngaro resume lo mejor de la
cultura europea, con un estilo caracterizado por la transgresión de
los géneros literarios. En su editorial El acantilado ha publicado
en los últimos dos años «Sin destino», «Kadisch para un hijo no
nacido» y, en septiembre de este año, «Yo, el otro. Crónica del
cambio». Aunque Kertész no ha sido nunca un autor popular, el
editor asegura que «Sin destino» fue un éxito mundial y que el
«Kadisch para un hijo no nacido» ha tenido una acogida «más que
normal».
El gobierno húngaro felicitó ayer Imre Kertész por el primer
premio Nobel de literatura que recibe un ciudadano de Hungría. El
primer ministro magiar, Peter Medgyessy, destacó en una carta
enviada al escritor que esa alta distinción es el reconocimiento
adecuado de una vida de sufrimientos del holocausto. En especial,
Medgyessy recalca en su carta de felicitación el significado que
tiene el hecho de que el escritor «haya ganado este premio, por
presentar la tragedia del destino de un hombre húngaro que lleva a
la literatura las experiencias de la devastación de los judíos
húngaros». Por su parte, el presidente magiar, Ferenc Madl, se
congratuló también públicamente por el premio, del que dijo «me
llena de orgullo y júbilo».
El horror del holocausto y la persecución nazi han
marcado su obra
Kertész, nacido el 9 de noviembre de 1929, en Budapest, y de origen
judío, fue deportado en 1944 al campo de exterminio nazi de
Auschwitz (Polonia) y trasladado luego a Buchenwald (Alemania),
hasta la Capitulación del Tercer Reich, en 1945. El horror del
Holocausto y la persecución bajo el nazismo han marcado su obra,
desde su primera novela «Sorstalanság» -«Sin destino», publicada en
1975-. Esa «opera prima» se convirtió luego en trilogía, con la
incorporación de «A Kudarc» («Fracaso», 1988) y «Kaddis a meg nim
születt gyermekért» («Kaddish por un niño que nunca nació», 1992),
esta última, a modo de plegaria por un nonato, que no deberá
asistir a la realidad de un mundo generador de monstruosidades como
Auschwitz. La trilogía, como su obra posterior, está impregnada de
ese sabor autobiográfico, que él no niega, aunque relativiza.
«Cuando pienso en una nueva novela, no puedo evitar recordar la
catástrofe de Auschwitz, pero eso no significa que mis obras sean
autobiográficas, en el sentido simple de la expresión», ha
explicado a menudo Kertész. A sus 72 años, el flamente Premio Nobel
de Literatura se considear un militante de la independencia del
hombre frente al poder político y la batalla individual humana,
frente a los corsés de las banderas ideológicas.
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