El director de Cultura y Patrimonio Cultural y Natural del Consejo
de Europa, José María Ballester, se reunió ayer en el Ayuntamiento
de Eivissa con el alcalde, Xico Tarrés, la concejala de Cultura,
Lurdes Costa, el director del Consorci Eivissa Patrimoni y el
presidente de la Asociación de Vecinos de Dalt Vila, Luis Llobet.
«Hemos tocado una serie de temas que podrían permitir relanzar la
cooperación entre el Consejo de Europa y la ciudad de Eivissa»,
comentó a Ultima Hora Ibiza y Formentera .
La cooperación a la que aludió Ballester se remonta a finales de
los años 80, «cuando un grupo de expertos, que tuve el honor de
coordinar, vino para hacer un informe sobre la conservación de Dalt
Vila, Sa Penya y la Marina. Fue el punto de partida de los PEPRI
que se hicieron luego». Para el director de Cultura del Consejo de
Europa, la declaración de Eivissa Patrimonio de la Humanidad por
parte de la Unesco es un compromiso y una responsabilidad. «Es un
caso tan singular, que en cierto modo debería convertirse en un
banco de pruebas, un laboratorio de lo que debería ser la gestión
de las ciudades históricas». «Eivissa es un escaparate de cara a
otros países, una ciudad cosmopolita que puede jugar un papel
importante en lo que significan las ciudades históricas en el
proceso de la construcción europea», afirmó Ballester.
En su opinión, «el patrimonio se ha convertido en un valor
universal, en un espacio de diálogo, de conocimiento y
reconocimiento mutuo». «Pienso que Eivissa tiene una situación
excepcional para hacer realidad lo que tratamos de promover desde
las instituciones internacionales, un camino para la paz, el
diálogo y el entendimiento».
Preguntado si eran compatibles la actual imagen festiva y lúdica
de Eivissa con la de Patrimonio de la Humanidad, José María
Ballester se mostró conciliador, pero con prioridad hacia el
segundo caso. «Hay dos tipos de valores, unos permanentes,
simbolizados por la ciudad histórica en el patrimonio que
compartimos todos, y los valores coyunturales. Es cierto que hoy
día Eivissa tiene una imagen festiva, pero no era la que tenía
antes, ni sabemos si será la que tendrá dentro de 30 o 40 años».
«Con independencia de la coyuntura y el marketing turístico, creo
que debemos apostar por los valores permanentes, que son los que
atrajeron hacia esta isla al primer turismo, entonces de mucha
calidad».
Ballester apostilló que «conjugar ambos modelos es perfectamente
posible; pero hay que ir tomando distancias de lo que es puramente
coyuntural y tratar de central la acción en lo que realmente
permanece».
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