La cuarta jornada del ciclo «Personatges de la nostra història» tuvo como protagonista la figura de «Carlos Román: Arqueólogo y político», quien fuera el primer director del Museu Arqueològic d'Eivissa, desde 1912 hasta su muerte en 1939. El encargado de glosar su figura fue un testigo de excepción, Mariano Llobet Román, su sobrino y una figura relevante de la vida social y política de la isla durante varias décadas. La última entrega del ciclo (a las ocho de esta tarde, en la Extensión de la UIB) estará dedicada a «Joan Castelló Guasch: Humanista», de quien hablará la escritora Alicia Martínez López-Hermosa (Alicia Alcantara).

En su intervención, Mariano Llobet contó que «soy uno de sus tres sobrinos supervivientes. Carlos Román era hermano de mi madre y tuvo mucha relación conmigo, porque mis padres murieron cuando yo tenía 4 años. Él murió joven, con 52 años, cuando yo tenía sólo 12». Era hijo de Juan Román y Calbet, «abogado y con una posición económica desahogada, sobre todo por su mujer. Le cogió con furor la afición arqueológica, hasta el punto que compró la finca de Can Partit, donde está la necrópolis de Puig des Molins», siguió recordando Llobet. «Así que Carlos heredó la afición de su padre, y aunque estudió algo de ingeniero industrial y luego Filosofía y Letras, entró en el cuerpo de Arqueólogos, Bibliotecarios y Archiveros del Estado y fue el primer director del museo de Dalt Vila».

Precisamente, el Museu Arqueològic fue creado por la Sociedad Arqueológica Pitiusa, de la que fue director y mecenas Juan Román, siendo donado más tarde al Estado para que lo gestionara. Según contó Mariano Llobet, Carlos Román «tuvo la fortuna de asistir con mi abuelo a los grandes descubrimientos arqueológicos de la isla: la cueva de es Culleran, los de Illa Plana y los de la necrópolis, escribiendo, como hizo su padre, un libro sobre lo que iba encontrando».

El conferenciante aprovechó la ocasión para formular una enérgica protesta: «Mi tío tronaría contra el hecho de que el museo de la Vía Romana lleve ocho años cerrado ante la pasividad y la desidia de las autoridades sin que nadie proteste. Es un escándalo y una vergüenza para un museo que es único en el mundo».