LAURÀ MOYÀ Un isla pequeña, atemporal, suspendida en un tiempo pasado, se ve amenazada por una explotación turística. La lucha contra este futuro se une a un triángulo amoroso, a un buen político, a una historia de amor que termina mal y a un guardia civil atípico. Todo conforma «L'illa de l'holandès», película que se estrena el viernes en Palma.

«El film habla de la cultura mediterránea, de la sensualidad y el color típicos de esta mentalidad», explicó Sígfrid Monleón, el director. «Se grabó en catalán para mantener el espíritu de la isla», a pesar de que, en Madrid, «el cine hecho en ese idioma esté lleno de prejuicios», aseguró.

Rodada entre Barcelona, Valencia, Ibiza y Formentera, Monleón dejó llevarse en su primer largometraje por los paisajes que iba descubriendo. Cuando el rodaje se trasladó a las islas, todo se inundó de tranquilidad. «Se instaló otro tiempo», dijo Monleón. Todo para plasmar un momento concreto, finales de los sesenta, en que el resto del país vivía inmerso en el franquismo y, la isla, en su propio mundo.