A partir de las ocho de esta tarde, Ñaco Fabré inaugura en la
galería Van der Voort una exposición en la que ha reunido 15 obras
recientes de formado mediano y grande. Esta es la segunda ocasión
en la que el pintor mallorquín (Premi Ciutat de Palma 2001) expone
en la galería de Plaça de Vila, y la tercera en Eivissa. La otra
fue en 1991 en la Sala de Cultura de «Sa Nostra». Enmarcado dentro
de una línea estética conocida como «abstracción lírica», Fabré
explicó ayer a Ultima Hora Ibiza y Formentera que
sigue investigando «en la búsqueda de un lenguaje propio, dentro de
la abstracción pura, pero jugando con campos cromáticos y de
acción; mezclado por una parte el lado más gestual, informal, y por
otra, el lado más geométrico o mental».
Sobre la relación arte-premios, apuntó que «soy de la opinión
que, sobre todo la época de formación, no cuesta nada irse
presentando a algunos, siempre que sea con un jurado de criterio
reconocido, como es el caso del Ciutat de Palma. A nivel nacional,
suelo mandar algo una o dos veces al año; y al ser en tu ciudad, lo
normal es llevar un cuadro al premio más importante, junto con la
gente que está en lo mismo».
Ñaco Fabré no cree que Mallorca sea una «marca registrada» en la
pintura de vanguardia. «Quizás alguien lo piense, pero no es mi
caso. Creo que todos estamos llamados a salir fuera y ver todo lo
que podamos en el exterior; tener una concepción universal del
arte. Sería absurdo tener éxito local y dedicarte sólo a ello». «Lo
que sí es cierto es que en Mallorca hay tradición de grandes
artistas que se han instalado en la isla: Brotto, Sicilia, Manzano,
Barceló... Eso siempre crea un optimismo, en el sentido de que se
puede vivir de esto y tiene sentido hoy día trabajar en el arte. A
este nivel, la isla se encuentra en muy buen momento, desde luego»,
reconoció.
De todas formas, el artista mallorquín no se reconoce como un
pintor mediterráneo. «Algunas veces me han comentado precisamente
lo contrario, llegando alguno a preguntarme si era nórdico». «Será
por eso que te dije antes, que mi visión es mucho más amplia y
abierta; me da igual pintar en Algeciras que en Canada. Es probable
que al principio, personalmente, en lo físico, notara el cambio,
claro, pero no sería consciente a primera vista de que afectará a
mi pintura. De hecho, he trabajado en Bélgica varios veranos y no
he notado ninguna influencia del entorno en mi obra. Creo más bien
que el taller es mental y lo llevas puesto estés donde estés».
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