A partir de las diez de esta noche, la discoteca Pachá acoge una exposición de Thierry de Cromiéres, un reconocido pintor francés que alterna la dedicación a sus creaciones propias con trabajos para importantes firmas comerciales. Para su primera exposición en Eivissa, isla que conoce y frecuenta desde hace décadas, el artista ha hecho una selección de cuadros que, a su juicio, conectan bien con «el estilo de la gente de la isla»; una pintura «que con los años se ha hecho más dura, huyendo del preciosismo, de lo bonito oficial», algo que cada vez detesta más, explicó a este periódico.

Y es que parece ser que Thierry de Cromiéres ha tenido que combatir su virtuosismo plástico, hasta el punto de afirmar que no tiene ningún respeto por la pintura: «Mi facilidad es un problema para mí, tengo demasiada y por eso lucho contra ella». De formación autodidacta, ya de pequeño se le reveló esa capacidad. «A los seis años ya tenía mi propio museo en la cabeza, y me daba cuenta que avanzaba naturalmente por la historia de la pintura, a la vez que me sentía más atraído por las cosas fuertes».

De ahí que, como un cierto rechazo instintivo, buscara desembarazarse poco a poco «de las cosas bonitas», yendo directamente al propósito que buscaba. Hasta llegó a autocensurarse para evitar «esa belleza fácil». «Lo que me interesa ahora es el alma humana y la fealdad, porque considero que para el arte son mucho más interesantes los defectos del hombre que las virtudes. Es el lado oscuro el que me estimula; como un desafío para profundizar mejor en la naturaleza humana», explicó.