«Es una idea más bien ambiciosa, con un montaje muy complicado; no sé si la cagaremos». Con estas palabras resumió ayer Tauste a este periódico sus temores ante la complejidad de una exposición que acogerá la galería Horrach Moya de Palma desde el próximo 31 de julio hasta el 20 de agosto. La muestra lleva como título genérico «Yo fui un voyeur adolescente», toda una declaración de principios de un cinéfilo empedernido que ha sabido verter sus obsesiones cinematográficas en su mundo artístico.

La exposición ocupará las dos salas de la galería «con historias tridimensionales alrededor de algunas de mis manías, fetiches y obsesiones sobre el séptimo arte», apuntó. En una de ellas, a la que se accede por una cortina, como al famoso camarote de los Hermanos Marx, habrá una instalación que representa el camerino de un artista anónimo. Todo él estará decorado con fetiches, imágenes símbolos: «Muy star system, he dejado el lado folklórico afuera», precisó Tauste.

En la otra sala, «para que la cosa no resulte demasiado frívola», habrá otra instalación basada en dos películas míticas, «El ladrón de bicicletas, de Vitorio de Sica, y «Muerte de un ciclista», de Bardem. «Allí estará desde la escalera del cartelista al que le roban la bicicleta hasta el cartel de 'Gilda' que queda a medio pegar en el muro», precisó el polifacético artista andaluz, residente en Eivissa desde hace años.

Una exposición original, «en la que todo estará muy amalgamado, jugando con las luces, al modo de los decorados del expresionismo alemán, un género que me apasiona», precisó Tauste, quien por el momento no está seguro si presentará la muestra en Eivissa. «Me gustaría, desde luego, porque aquí tengo mis buenos amigos cinéfilos y estoy seguro que entenderán mejor mis guiños privados que la gente de Palma. Estoy haciendo gestiones, a ver si cuajan; de momento no puedo decir nada». Precisamente, uno de esos amigos cinéfilos, Carles Fabregat, le ha dedicado un texto en la invitación en el que afirma que Tauste hace estas cosas «no por nada especial, sino para acreditar que la maravilla sigue produciéndose cada día a este lado del paraíso, siempre que haya alguien dispuesto a dar fe de ello».