La muerte de Jack Lemmon, víctima de las complicaciones de un
cáncer que padecía, deja un gran vacío en Hollywood y se lleva a un
gran cómico, uno de los mejores actores dramáticos y una gran
persona. «Es uno de los actores más grandes que ha dado la historia
de este negocio», resumió su portavoz Warren Cowan al anunciar la
muerte de esta estrella, que tenía 76 años. «Si hubiera que decir
una palabra sobre el sería que era una bellísima persona. Es una
opinión compartida por todos los que le conocieron», aseguró Cowan.
Nunca dejó lugar a dudas sobre cualquiera de las dos afirmaciones y
en una industria tan competitiva como la de Hollywood, el nombre de
Lemmon, ganador de dos Oscar y con un total de siete candidaturas
siempre fue tratado con respeto.
Conocido tanto en la pantalla como en su vida como un hombre
normal, capaz de superar las vicisitudes cotidianas de forma
resignada y provocando las risas más grandes con la mayor
naturalidad, Lemmon falleció en el centro USC/Norris acompañado por
su segunda esposa, Felicia, además de sus tres hijos. Lemmon había
estado ingresado recientemente aunque el actor había preferido no
dar importancia pública a la dolencia que le afectaba desde hace
varios meses, manteniendo un ritmo activo de trabajo. Irónicamente
uno de sus últimos papeles, sin que su nombre fuera citado en los
títulos de crédito, fue el de un jugador de golf al borde de la
muerte con el que Robert Redford comenzó su última película, «La
leyenda de Bagger Vance».
Nacido en un ascensor en Massachussets (EEUU) y educado en
Harvard, la pasión de Lemmon por la actuación quedó clara desde su
infancia aunque no se dedicaría de forma profesional hasta regresar
de su servicio en la Segunda Guerra Mundial. Su comienzo no pudo
ser más sonoro y, tras debutar en comedias y musicales con Betty
Grable, en 1955 ya había recibido su primer Oscar como actor
secundario.
«Lo que hagas, si lo haces bien, o incluso si no lo haces bien,
lo tienes que hacer con pasión y mi pasión está en la
interpretación», afirmó en una reciente entrevista. Sin embargo,
cualquiera de los que le rodearon en Hollywood lo primero que
recuerdan de esta estrella es su gran talante como persona. «La
felicidad es trabajar con Jack Lemmon», declaró el realizador Billy
Wilder, que junto con Walter Matthau hizo realidad algunas de las
mejores obras de Lemmon. El fallecido Matthau, conocido como el
actor gruñón, perfecto complemento para la paciencia de Lemmon,
también se deshacía en halagos en honor a su amigo con quien
trabajó en ocho películas, entre ellas la popular saga en la que se
convirtió «La extraña pareja».
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