JULIO HERRANZ/EFE «Como tuvo una educación victoriana, no enseña sus sentimientos ni las flaquezas humanas; en este sentido, mi libro resulta ser casi como un psicoanálisis». Con estas palabras, la periodista Begoña Aranguren resumió para Ibiza y Formentera el alcance de «El fuego que no quema. Conversaciones con un escritor más que polémico, José Luis de Vilallonga» (Plaza & Janés), libro recientemente publicado y que ya ha agotado su primera edición. Desde el 2000 la pareja tiene residencia en Eivissa, isla que prefieren a Mallorca, como contó el escritor en la «Cita en Ca n'Alfredo» con este periódico, en septiembre pasado.

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«El fuego que no quema» es consecuencia de haber trabajado juntos, marido y mujer, sobre el primer tomo de las memorias del polifacético y controvertido personaje. «Treinta horas grabadas sobre temas como el amor, el desamor, el dinero, la fama, la felicidad, el más allá, la muerte o el poder; temas sobre los que hablamos de forma relajada y sin prisas», comentó la prestigiosa periodista, responsable, junto a Isabel Vergarajauregui, del programa «Epílogo» de Canal Plus, entrevistas con destacadas figuras, que se emiten postmorten. Precisamente, su relación con Vilallonga nació en ese contexto.

El libro, pues, tiene un morbo especial por su doble condición de periodista y esposa. «He tenido una ventaja enorme, porque lo que más me gusta es entrevistar; pero me pareció importante no hacer alabanza del hombre o del marido, sino tomar distancias, de modo que comencé a tratarle de usted», señaló Begoña Aranguren, quien definió a Vilallonga como «un ser que despierta pasiones de todo tipo y que a veces cae fatal».

Es una víctima de la educación victoriana que recibió y que le hace afrontar las cosas con elegancia y mucha calma», precisó. Con tales premisas, ¿cuál fue su reacción al leer el libro?. «Las leyó ahí en la isla el pasado verano, y debo decir que su primera reacción fue 'Qué cabrona'; pero luego se ha dado cuenta de muchos aspectos de sí mismo que desconocía absolutamente y que tenía necesidad de hablarlos, como les pasa a las personas que por educación no han podido hacerlo antes», apuntó la autora.