El arquitecto estadounidense Frank Gehry, que diseñó la sede del
emblemático Museo Guggenheim en Bilbao, ha responsabilizado a la
compañía constructora de la aparición de manchas en el espectacular
revestimiento de titanio que le da a ese edificio una apariencia
singular «Si hubieran limpiado el edificio adecuadamente cuando
finalizó la construcción, las manchas no estarían ahí. Es lo
normal: acabas un edificio y lo limpias. Pero no lo hicieron. Es
algo que me enfurece porque todos señalan ahora al arquitecto»,
declaró Gehry a «The New York Times», en un artículo aparecido ayer
en este diario americano.
Según Gehry, el problema surgió al derramarse sobre algunos
paneles de metal restos de un producto de silicona utilizados para
el sellado de las juntas durante la fase de construcción. La
polémica ha acentuado la cautela de los directores de la entidad
museística neoyorquina, que planea la construcción de una nueva
sede en el sur de Manhattan, a orillas del East River, y cuyo
proyecto ha sido también encargado a Gehry, aunque el arquitecto no
cree que finalmente emplee titanio para revestir el edificio. Un
portavoz del Museo Guggenheim declaró que «antes de gastar cerca de
700 millones de dólares, nos aseguraremos de que el material
empleado aguanta las condiciones medioambientales particulares de
Nueva York».
La dirección del museo bilbaíno, así como el propio Gehry, han
puesto el asunto en manos de la Fundación Inasmet, un instituto de
investigación con sede en San Sebastián, que ha desarrollado un
producto químico que puede aplicarse en forma de espuma sobre el
revestimiento de titanio y que disolvería las manchas sin dañar el
metal. La limpieza podría efectuarse dentro de tres meses.
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