Convertirse en un municipio con bienes considerados por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad exige mucho de las instituciones, siendo uno de los aspectos que exige la organización internacional para la concesión del título. La unidad entre las instituciones debe ser fluida y todos, absolutamente todos, deben colaborar para mejorar la calidad de los bienes declarados y así poder difundirlos de un modo efectivo.

Aquella tarde marroquí en la que el Comité del Patrimonio Mundial oficializó la entrada de Eivissa a la prestigiosa lista pudieron contemplarse imágenes que abrían la puerta a la esperanza. Xico Tarrés, Enrique Fajarnés, Lurdes Costa y Pepita Costa celebraban con alegría la decisión de la Unesco y de sus bocas sólo salían parabienes mutuos y la promesa de una colaboración incondicional en la gestión de los bienes. 365 días después aquellas buenas intenciones están muy lejos de aquella jornada. Las acusaciones de unos y las réplicas de los otros denotan que el tema del Patrimonio de la Humanidad se ha convertido en un arma arrojadiza y en esta situación perderemos todos.

Sería recomendable que, en el mínimo tiempo posible, todas las partes se sentaran alrededor de una mesa y dialogaran para encontrar el modo de ir todos juntos en el compromiso que tienen las instituciones con el patrimonio histórico artístico y natural que comprende la declaración de la Unesco. No hay lugar para las rencillas, porque no se trata de un tema político, aunque parezca que el empeño se dirige en esa dirección.