En la imagen, un momento de la conferencia que el autor de «La noche del tramoyista» ofreció anoche en la Sala de Cultura de «Sa Nostra». Foto: GERMÁN G. LAMA.

Dentro del ciclo «Conferencias de Literatura Universal. Siglo XIX-XX», que organiza el poeta ibicenco Vicente Valero, ayer tuvo lugar en la Sala de Cultura de «Sa Nostra» una charla del escritor barcelonés de 44 años Pedro Zarraluki sobre Truman Capote. El autor de «La noche del tramoyista» realizó un recorrido por la vida y la obra del autor de «A sangre fría» y «Desayunos con diamantes». Esta segunda entrega del ciclo, tras la participación el pasado mes de octubre de Gustavo Martín Garzo, quien eligió para su conferencia al escritor danés Hans Christian Andersen, será la última de este año. Pasada las Navidades, otros cinco escritores de primera fila hablarán de sus escritores favoritos.

A pesar de que Truman Capote tuvo una notable relevancia social por sus relaciones con el mundo del espectáculo, Zarraluki aseguró que «la frivolidad de su vida privada no está reflejada en su obra». En cuanto a la personalidad literaria del autor de «Plegarias atendidas», el escritor catalán explicó que «quería ser el Marcel Proust americano, una pretensión bastante desmesurada. Esa era la idea que tenía, pero luego se estrelló al final, aunque por el camino dejó cosas maravillosas».

Escritor precoz, Truman Capote alcanzó notoriedad universal a raíz de la publicación de su novela «A sangre fría», basada en hechos reales. «Creía que el futuro de la novela sería ese, una mezcla de prosa, de periodismo, de poesía, incluso de cine. En este sentido, se puede decir que Truman Capote inauguró lo que luego se llamo el Nuevo Periodismo: reportajes narrados por un escritor, acentuando el carácter subjetivo y sin fijarse mucho en la cosa oficial sino en lo que se mueve entre bambalinas», señaló Pedro Zarraluki.

La razón por la que escogió a Capote para su conferencia, la sitúa el escritor barcelonés en la admiración que sintió por su obra desde que la descubrió a una edad temprana. «Me influyó mucho. Tenía una capacidad de trabajo brutal y, sobre todo, un don para la sencillez que me hizo mucho bien cuando lo leí, porque yo tengo una natural tendencia al barroquismo. Así que fue toda una lección para frenar mi exhuberancia; casi como un correctivo», apuntó.