La búsqueda de la huella del hombre a través de la pintura y la escultura

«Es un arte que habla por sí mismo. La intención es que cualquier cosa, incluso la basura, puede decirte algo, volverse arte, según como la pongas; porque el arte también está en la mirada, en la selección», afirma convencido Le Bras al hablar de su obra. «Además -añade-, es también una crítica a la sociedad de consumo, porque hace unos años no se tiraba nada y ahora, para que no pare la máquina de producción, se tira todo».

La amistad que une a estos dos artistas les ha permitido compartir en diversas ocasiones espacios expositivos. La amistad, pero también el gusto por lo primitivo. «Creo que el trabajo de Alain se complementa bien con el mío a nivel 'brut' -señala Omez-, y en el sentido de que recupera para el arte objetos que los demás tiran, realizando esculturas que a veces recuerdan a mis pinturas. Unas veces más que otras, claro».

Alain Le Bras reside en Eivissa desde 1973 , mientras que Gerard Omez descubrió la isla en la década de los setenta y desde entonces pasa largas temporadas descansando en las Pitiüses.

«Estudié Ciencias Económicas -recuerda Le Bras-, había terminado el doctorado pero no quería entrar en la vida activa. Me tomé un año sabático y vine a Eivissa. Ese año, finalmente, se ha convertido en mi vida. Ahora tengo casa aquí, familia...». Le Bras ha expuesto varias veces en Eivissa, incluyendo su participación en el segundo y el quinto Salón de Primavera del Museu d'Art Contemporani (MAC), en los años 1980 y 1984, respectivamente. Por el contrario, Omez reconoce haber trabajado con intensidad, artísticamente hablando, en la isla, aunque ésta es la primera ocasión en la que presenta su obra en una galería de Eivissa.