El Cementiri Vell de Eivissa es desde ayer la última morada del
ceramista y pintor Antoni Tur Costa 'Gabrielet', quien falleció a
los 82 años en el hospital de Can Misses el pasado jueves, día 22,
tras no haber podido superar una operación a la que fue sometido
días antes.
Un centenar de personas, entre familiares y amigos, se reunieron
en el cementerio para dar el último adiós a este artista que,
aunque nacido en Eivissa, residió durante gran parte de su vida en
la isla de Formentera, lugar en el que su muerte ha dejado una
honda huella.
Entre los asistentes al entierro, no se celebró una misa previa,
se encontraba Toni Ribas Costa 'Toniet', también ceramista y
discípulo durante muchos años de Tur Costa. Para Ribas Costa,
'Gabrielet' fue «un artista integral, pero no sólo como artista,
sino también como persona. Tenía una concepción y un compromiso con
el arte que le llegaba hasta la médula. Todas las cosas que le
rodeaban tenían para él una connotación completamente ligada a como
veía el arte y la vida».
De sus años como alumno en el taller de 'Gabrielet', Ribas Costa
guarda «muy buenos recuerdos». «Los años que pasé a su lado
supusieron para mí una experiencia muy enriquecedora tanto a nivel
profesional como personal», indicó.
«Tenía un corazón muy, muy grande». De este modo recordaba al
maestro ceramista otro alumno suyo, Jaume Mateu, quien compartió
conocimientos con 'Gabrielet' durante los últimos años que el
artista pasó en Formentera. «Como profesor era muy tolerante.
Dejaba una libertad total a los artistas que trabajaban junto a
él», añadió. Mateu resumió la personalidad de Tur Costa en una sola
frase: «Era una persona increíble». Este ceramista coincidió
plenamente con 'Toniet' al reconocer que con 'Gabrielet' aprendió a
partes iguales tanto a nivel humano como técnico.
Además, dos instituciones quisieron hacer patente su duelo,
rindiendo homenaje al maestro desaparecido, enviando sendas coronas
de flores. Fueron los casos del Consell Insular d'Eivissa i
Formentera y de la entidad financiera «Sa Nostra».
Bajo un sol que ya adelantaba el verano, el coche fúnebre llegó
al cementerio a las cinco en punto de la tarde. Los asistentes al
sepelio, entre los que se encontraban algunos artistas como el
poeta Vicente Valero o el pintor Adrián Rosa, acompañaron el
féretro hasta el nicho en un solemne silencio.
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