Seis pateras desaparecidas con 85 migrantes, tras la quincena de cadáveres arrastrados por el mar hasta Baleares

Hacía una semana que se había estrenado el año cuando los cuerpos sin vida de dos hombres aparecieron en la playa de Es Cavall d'en Borràs

Una patera en una imagen de archivo. | Europa Press

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La desaparición desde finales del pasado diciembre de seis pateras con 85 migrantes cuando trataban llegar a Baleares podría estar detrás del hallazgo de la quincena de cadáveres que han sido arrastrados por el mar hasta las costas del archipiélago en lo que va de año.

Es la conclusión a la que han llegado el colectivo Caminando Fronteras y la Cruz Roja tras recibir diferentes notificaciones sobre embarcaciones que salieron de Argelia en dirección a las Islas pero nunca llegaron a tierra firme, o que sí lo hicieron pero con menos personas a bordo de las que partieron.

Lo ha explicado a Europa Press la defensora de los derechos humanos y fundadora de Caminando Fronteras, Helena Maleno, quien junto a su equipo trabaja para recopilar datos acerca de estas embarcaciones y colaborar en la identificación de los cadáveres que han sido localizados.

En total, desde finales del pasado diciembre han contado al menos seis pateras en las que habrían desaparecido 85 de los migrantes que iban a bordo, principalmente de origen subsahariano pero también argelinos.

Según el recuento la Delegación del Gobierno en Baleares, son 15 los cadáveres encontrados en lo que va de 2025 en las Islas, al menos tres de ellos de mujeres. Todos los casos están siendo investigados por las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, bajo tutela judicial, para tratar de determinar su identidad.

LOS CUATRO PRIMEROS CUERPOS EN ENERO

Hacía una semana que se había estrenado el año cuando los cuerpos sin vida de dos hombres aparecieron en la playa de Es Cavall d'en Borràs (Formentera). Poco después, el día 10, un tercer hombre fue hallado muerto en Es Caló de s'Arenal (Llucmajor). El 15, el cuatro cadáver del mes de enero fue encontrado en la playa de Sa Torreta, de nuevo en la menor de las Pitiusas.

Desde Caminando Fronteras sospechan que podrían ser algunos de los migrantes a cuyas embarcaciones se les perdió la pista entre el final de 2024 y el inicio del presente año. Para encontrar una respuesta a su inusual hallazgo, Maleno baraja la posibilidad de que naufragaran «no muy lejos» de tierra firme.

«Cuando te quedas a la deriva cerca de la costa pero no puedes llamar y no hay un búsqueda activa puedes morirte. Esto tiene que ser analizando por los servicios de rescate para mejorar sus acciones de incidencia. Hemos denunciado deficiencias en la protección a la vida en Baleares y estas tragedias tienen que servir para que se tomen medidas», ha expuesto. En situaciones similares podrían haber muerto las siete personas localizadas en los dos meses siguientes.

UN GOTEO CONSTANTE EN MARZO

La playa de S'Alga, en Formentera, fue el escenario en el que se localizó el primer cadáver de un posible migrante en febrero. Se trataba de un hombre indocumentado y que se encontraba en avanzado estado de descomposición, como ha sucedido en prácticamente todos los casos.

En marzo comenzó un goteo constante. El día 4 fue en Son Moll (Capdepera), el 6 en la playa de Llevant (Formentera), el 8 en Cala Deià (Deià), el 14 en Can Pastilla (Palma) --más un pie, al día siguiente, que podría ser de éste último cuerpo-- y el 17 uno en la Playa de Palma y otro en Cala Mesquida (Capdepera).

Sobre los casos registrados este mes también está investigando el Proyecto Personas Migrantes Desaparecidas de la Cruz Roja. Su coordinadora en Baleares y la zona del Levante peninsular, Elisabeth Gutiérrez, ha explicado a Europa Press que podrían corresponderse con los desaparecidos en dos pateras que salieron de Argelia a mediados de febrero.

Entre ambas, ha calculado, podrían habérsele perdido la pista a 27 migrantes, todos de origen somalí y entre los que se encontraban mujeres y menores de edad.

La primera de las embarcaciones, ha estimado Gutiérrez, salió de Aïn Taya el 17 de febrero rumbo a las Pitiusas con 24 personas en su interior. Un día después se quedaron sin gasolina --y por lo tanto a la deriva-- y sin agua ni comida, pero no fueron rescatados hasta seis días después a 23 millas al oeste de Ibiza.

No obstante, las autoridades solo encontraron a 19 personas. Según declararon los supervivientes, una mujer se había lanzado al agua --probablemente debido a las alucinaciones provocadas por la ingesta de agua marina-- y cuatro hombres hicieron lo propio para rescatarla, pero ninguno pudo regresar a la embarcación. El cadáver llegado el día 6 a Formentera, ha apuntado la trabajadora de la Cruz Roja, podría ser el de una de estas personas.

Los cinco cuerpos arrastrados hasta Mallorca, en cambio, estarían asociados a otra embarcación que salió el 20 de febrero de Boumerdés con 22 personas a bordo y que nunca llegó a tocar tierra, aunque lo más probable --por el lugar en el que se hallaron los cuerpos-- es que se dirigieran a la mayor de las Baleares.

Al no poder acceder a testimonios directos, ha lamentado Gutiérrez, la reconstrucción de esta patera está siendo especialmente dificultosa. Toda la información que han podido recabar ya está en manos de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, que «intentan localizar a las familias en el país de origen para proceder a la identificación de los cuerpos recuperados».

Además de estos once , la Delegación del Gobierno en Baleares tiene constancia de cuatro casos más, de los que no han trascendido detalles.

LA RECONSTRUCCIÓN, UNA MANERA DE CANALIZAR EL DOLOR

Toda la información que la Cruz Roja y Caminando Fronteras logran recoger sobre cada una de las desapariciones o del hallazgo de los cadáveres no solo sirve para cooperar con las autoridades, también para hacérsela llegar a las familias que buscan a sus seres queridos y tratan de encontrar una respuesta a sus incógnitas.

«Son procesos muy difíciles porque tan solo se recupera un dos por ciento del total de los cuerpos que desaparecen en el Mediterráneo», ha subrayado Gutiérrez. En el mejor de los casos, su trabajo acaba con la identificación de un cadáver, pero ni siempre los hay ni siempre es posible llegar hasta el final.

Uno de los principales escollos, coinciden ambas expertas, reside en la dificultad de que los familiares puedan desplazarse hasta España para interponer una denuncia, algo muchas veces imposible debido a su situación de vulnerabilidad. «Las personas desaparecidas tienen derecho a ser buscadas y eso se garantiza con una denuncia, a lo que también tienen derecho sus familias», ha defendido Maleno.

Cumplido ese trámite podrían entregar una muestra de ADN para cotejarla con el de los cadáveres recuperados. Estas pruebas también se podrían hacer en las delegaciones diplomáticas en los países de origen pero, ha lamentado la defensora de derechos humanos, no siempre se ponen facilidades para ello.

Este proceso --durante el cual ambos organismos ofrecen acompañamiento emocional-- suele demorarse cerca de seis meses, ha estimado Gutiérrez, aunque cada caso es un mundo. Si la identificación es satisfactoria, quedaría el último paso: decidir si repatriar el cuerpo, algo para lo que no siempre tienen capacidad económica los familiares, o darle un entierro de beneficencia y acorde a las creencias religiosas de la víctima.

«Hay una diferencia importante entre tener un cuerpo o no. Cuando lo hay, de alguna forma, el hecho de poder cerrar el duelo y darle el final que ellos quieren les ayuda mucho a canalizar todo el dolor», ha indicado la trabajadora de la Cruz Roja para referirse al fin último de su trabajo.

Maleno, por su parte, recuerda ayuntamientos de países africanos que recopilan los nombres de sus jóvenes desaparecidos en las rutas migratorias y familias que pasan años sin saber de sus seres queridos.

«Lo que quiere la gente es encontrar el cuerpo y poder enterrarlo. Hay que ver las caras de esas familias, de esas madres, para comprender el dolor, que es un dolor social y que se hereda de generación en generación», ha zanjado.