¿En qué se diferencia este libro de los dos anteriores?
—Los anteriores son también de divulgación, pero más puramente científicos, mientras que a éste le doy un enfoque de situaciones cotidianas y curiosidades. Digamos que está más dirigido al público en general y puede llegar a más lectores.
Sin destripar el libro, ¿puede poner algunos ejemplos?
—Explico por qué la espuma es blanca, si se puede hervir un huevo en la cima del Everest o por qué los plátanos son ligeramente radiactivos.
¿Los plátanos? ¿Por qué?
—Los plátanos tienen mucho potasio, un mineral que tiene una cantidad mínima de radiación. Estamos hablando de cantidades mínimas. Trescientos plátanos equivalen a la radiación de una radiografía.
Las preguntas y respuestas del libro le sirven para explicar procesos científicos.
—En efecto. Las preguntas concretas que aparecen en el libro no son lo importante. Son la excusa para explicar procesos y fenómenos que podemos observar cada día, pero a los que normalmente no sabemos encontrar una explicación concreta. Por ejemplo, ¿por qué huelen los metales?
Eso me pregunto yo, ¿por qué huelen?
—Los metales no emiten vapores. Huelen porque los tocamos. Al tocarlos, reaccionan con los componentes de nuestras manos. Eso es lo que huele. Por contra, hay compuestos que huelen muchísimo. En el siglo XIX, en una universidad alemena, cada vez que se abría el bote de un determinado compuesto de azufre, la gente vomitaba en un radio de cien metros. Otro ejemplo: el telurio es un elemento químico, escaso en la Tierra. Si consumimos una ínfima cantidad, oleremos a ajo durante meses, sobre todo el aliento, por mucho que nos lavemos los dientes.
Usted es un divulgador científico. ¿No cree que, en general, los científicos están muy enfrascados en publicar en revistas de su ámbito y se olvidan de divulgar?
—La verdad es que suelen estar muy centrados en investigar y publicar artículos en revistas científicas porque todo eso les da currículum y prestigio. La consecuencia es que no tienen mucho tiempo para divulgar. No obstante, cada vez hay más gabinetes especializados y la comunicación científica ha crecido muchos en los últimos años.
¿La sociedad siempre espera que la ciencia le resuelva sus problemas, como ha ocurrido con la pandemia?
—La actitud no puede ser la de no asumir ninguna responsabilidad individual o personal, en espera de que la ciencia lo arregle todo. La ciencia es lo mejor que tenemos para conocer nuestro entorno y su funcionamiento, pero no puede garantizar respuestas inmediatas. Hemos sido afortunados y las vacunas contra la COVID-19 han funcionado bien, pero también debemos poner de nuestra parte. Lo mismo ocurre con el cambio climático.
¿Siguen sin estar valorados los científicos?
—En España sigue habiendo científicos que tienen que marcharse al extranjero en busca de oportunidades. La apuesta por la ciencia asegura beneficios a largo plazo y crea riqueza y puestos de trabajo.
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