La 114 edición del Grand Slam de tierra batida aparece más incierta que nunca. Porque el rey de los últimos años vacila al mismo ritmo que el principal aspirante a desbancarle del trono muestra una insolente solidez.
Capricho del sorteo, Nadal y Djokovic, últimos finalistas, dominadores del tenis en los últimos años, se cruzarán en cuartos.
Uno, el serbio, mejor jugador del momento, ataca con la artillería de una temporada asombrosa en todas las superficies. El otro, el español, relegado por sus resultados irregulares a la séptima plaza del mundo, defiende su más preciado bastión que solo ha cedido una vez en diez años.
Es el capital que resta a un Nadal que poco ha hecho esta temporada para ganarse los galones de favorito, que no tendría si no fuera porque se llama Nadal y porque en el Grand Slam de tierra batida eso llega para que nadie te dé por perdido.
Desde su regreso a la competición en enero pasado tras una larga lesión, el español no ha cosechado los resultados esperados. Sobre todo en la alfombra ocre en la que ha cimentado su leyenda. Por primera vez en su carrera, llega a París con cero títulos en la gira europea sobre arcilla y, lo que es más preocupante, habiendo concedido algunas derrotas elocuentes.
Como la de los cuartos de final de Roma contra el suizo Stan Wawrinka y, sobre todo, la final de Madrid frente al británico Andy Murray y las semifinales de Montecarlo contra Djokovic.
En esos duelos Nadal demostró estar lejos de ganar a grandes jugadores, pero la esperanza del español se aferra a su progresiva mejoría y a momentos brillantes como la victoria ante el checo Tomas Berdych en semifinales de Madrid.
Y, sobre todo, Nadal cuenta con su castillo parisiense. Los cinco sets sobre la dura, lenta, larga, trabajosa tierra batida de la capital francesa que obliga a sus rivales a multiplicar por dos los esfuerzos para derribar la fortaleza mental de Manacor.
Y ese argumento, probado nueve veces ya y que solo en 2009 quebró, basta para que nadie se atreva a olvidar a Nadal.
Sobre todo un Djokovic que ha convertido el triunfo en Roland Garros en la obsesión de su carrera. El serbio ha ganado todo lo que configura una leyenda menos la Copa de los Mosqueteros, la guinda del pastel que le haría entrar en el club de los que tienen los cuatro grandes, junto al británico Fred Perry, los estadounidenses Donald Budge y André Agassi, los australianos Rod Laver y Roy Emerson, el suizo Roger Federer y el propio Nadal.
Un paso que parece merecer el serbio, que llega a París en unas condiciones similares a las de 2011, cuando había dominado el circuito hasta que, en el Grand Slam de tierra batida, cayó en una épica semifinal contra Federer.
Desde que cayó en semifinales del Abierto de Estados Unidos del año pasado, Djokovic solo ha perdido tres partidos y ha sumado 53 victorias, 22 de ellas consecutivas, 14 de ellas contra «top 10», todas con grandeza.
Además del Abierto de Australia, este año ha sumado los Masters 1.000 de Indian Wells, Miami, Montecarlo y Roma. No ha perdido ninguno de los que ha disputado, en Madrid prefirió guardar fuerzas.
Pero la auténtica muralla del serbio en la capital francesa es Nadal, contra quien se ha estrellado en seis ocasiones, dos finales y tres semifinales incluidas.
Algunas memorables, como las semifinales de 2013, más de 4 horas y media de espectáculo grandioso que se resolvió en un quinto set por 9-7. O la final de 2012, que la lluvia obligó a acabar en domingo por primera vez en 29 años. O la del año pasado, cuando ganó el primer set antes de que las fuerzas le faltasen.
No es que Djokovic no se vea capaz de ganar al español, al que ha dominado cinco veces sobre tierra batida, este mismo año en Montecarlo. Es que, en Roland Garros el serbio parece bloquearse.
Aunque, según confesaba tras perder la final del año pasado, siente que se acerca un poco más a agrietar el brazo de Nadal.
Djokovic ha perdido diez partidos en Roland Garros ¿A la undécima va la vencida? Once participaciones necesitó André Agassi para inscribir su nombre en 1999 en la nómina de París.
Todos los ojos están puestos en estos dos titanes. Pocas miradas para otros aspirantes, como un Federer que es el único participante junto a Nadal que ya sabe lo que es levantar la Copa de los Mosqueteros.
El suizo, número dos del mundo, llega en un buen momento, pero falta por ver si será capaz de dominar a jugadores de gran talla.
Lo mismo que el británico Andy Murray, que contra su costumbre ha ganado dos torneos en arcilla (Múnich y, sobre todo, Madrid) y que parece haber solidificado su moral.
1 comentario
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Obviamente el reinado de Rafa Nadal se ve amenazado. En la cuesta abajo de su carrera, Djokovic será como un Fórmula 1. Está muy motivado y es su oportunidad para desbancar al máximo campeón de la historia del torneo galo. www.noticiasdeportivasdeultimahorahoy.es