Suiza dispone mañana de dos oportunidades de hacerlo, 22 años después de que disputara su única final de esa competición, y Federer, dueño de uno de los mejores palmarés de la historia, si no el mejor, opta a sumar uno de los pocos trofeos que le faltan.
Francia, por su parte, queda condenada a la perfección, a ganar los dos partidos que restan, los que medirán mañana sobre la tierra batida del Estadio Pierre-Mauroy de Lille a los dos mejores de cada equipo Federer contra Jo-Wilfried Tsonga, y a los dos segundos, Wawrinka frente a Gael Monfils.
El capitán suizo, Séverin Lüthi, se lo jugó todo en este doble, alineó a sus dos mejores hombres y el partido le dio la razón, por el punto y porque lo lograron en poco más de dos horas, sin demasiada fatiga.
Los helvéticos recuperaron la ventaja moral que habían cedido la víspera tras la derrota de Federer contra Monfils y con las dudas sobre el estado de su lesionada espalda.
El capitán francés, Arnaud Clément, especuló con la posibilidad de situar a Tsonga junto a Gasquet, pero finalmente, por motivos no aclarados, mantuvo los planes previstos.
Tsonga, el francés con mejor ránking, 12 del mundo, perdió su duelo de ayer contra Wawrinka y apareció llorando en la pista cuando sonaban los himnos antes de comenzar el dobles, lo que le sitúa ahora en una situación de debilidad.
La pareja francesa ofrecía pocas garantías, apenas han jugado juntos, nunca en Copa Davis, aunque en su hoja de servicios figura el haber ganado la medalla de bronce en los Juegos de Londres de 2012.
Además, Benneteau es el quinto mejor doblista del ránking, aunque con su pareja habitual, Edouard Roger-Vasselin, con quien acaba de disputar el Másters de Londres.
Pero la prueba resultó un fiasco, la química no funcionó entre ellos y quedaron a merced de dos grandes tenistas, el número 2 y el número 4 del mundo, también poco habituados a jugar juntos, que no ganaban un partido desde 2011 como pareja pero a quienes bastó apoyarse en su calidad individual para alzarse con el triunfo.
Bien en el servicio -Federer apenas dio muestras de tener molestias en la espalda-, sólidos en a volea, los suizos reverdecieron laureles muy lejanos, porque acumulaban cuatro derrotas desde que en los Juegos de Pekín conquistaran el oro.
Los dos helvéticos estuvieron, además, bien compenetrados, sin sombra del contencioso verbal que, al parecer, tuvieron en el pasado Mástres de Londres, con la esposa de Federer de por medio.
El objetivo de ganar la Ensaladera ocultó toda querella y la pareja se mostró unida, sin que los franceses tuvieran oportunidades.
En la primera manga rompieron el servicio galo en el sexto juego, con saque de Benneteau.
Aceleraron los franceses en la siguiente, sobre todo cuando sacaba Wawrinka, pero no lograron apuntarse ninguna de las cinco bolas de rotura que tuvieron.
Más eficaces, los suizos se lo arrebataron, esta vez a Gasquet, para apuntarse el 2-0.
La montaña era ya demasiado alta en la moral de los franceses. El público, hasta entonces entusiasta, bajó los decibelios y Federer y Wawrinka pusieron sobre la mesa su experiencia, su calma, para apuntarse la tercera, tras romper el servicio de Benneteau en el quinto juego.
Los helvéticos tienen ahora dos opciones de sumar el definitivo tercer punto que les de la Davis.
En el duelo entre números 1, Federer abrirá contra Tsonga, su verdugo en la final del pasado Másters 1.000 de Toronto, pero que ha perdido once de los 17 duelos disputados.
Este año se han medido en tres ocasiones, con dos triunfos para Federer, que ganó en Montecarlo el único de ellos en tierra batida, y en el Abierto de Australia, el único a cinco sets.
A menos que Tsonga tenga problemas físicos y Clément alinee a Gasquet, que solo ha ganado al suizo en dos ocasiones de 14.
Si Federer no cierra la final, la Davis de 2014 se jugará en un cara o cruz entre Wawrinka y Monfils, igualados a dos en sus duelos directos, ninguno de ellos en tierra batida.
El francés estará obligado a otra gesta, como la de la víspera contra Federer, pero esta vez decisiva.
El galo, 19 del mundo, tendrá entonces en sus espaldas la responsabilidad de levantar la décima Ensaladera francesa, la primera desde 2001.
Wawrinka, que vive un año de ensueño tras haber sumado en Australia su primer Grand Slam y después de haber ganado en Montecarlo, podría agrandar su gloria con un trofeo que toda Suiza espera.
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