El Dakar 2025 ya es historia del deporte ibicenco. Matías Rodríguez y Sandra Guasch se llevaron una victoria en la última etapa de la categoría de clásicos para convertirse en los primeros pitiusos en ganar en el rally más prestigioso del mundo. Un hito el logrado por este matrimonio en su segunda participación en la prueba que desde hace años se celebra en Arabia Saudí.
Una victoria que llegó por tan solo un metro. Fue una etapa corta y hubo varios coches que acabaron con una penalización de cero puntos porque hicieron el recorrido a la perfección, pero dentro de esa perfección, los mejores fueron Matías y Sandra que fueron los que menos metros recorrieron para pasar por todos los waypoints.
«Hicimos un metro menos que Carlos Santaolalla y Jan Rosa, que fueron los ganadores de la clasificación general. Fue una situación bonita porque nosotros no sabíamos que habíamos ganado y llegamos a la meta justo por detrás de ellos y nos bajamos del coche para felicitarles por ganar el Dakar y les estábamos abrazando y fueron ellos los que nos dijeron que habíamos ganado la etapa por un metro. No nos lo podíamos creer», recuerda Matías. «Nos hizo mucha ilusión, es algo que consigue poca cosa. Tenemos esta medalla que es una medalla especial. La medalla de finisher se la lleva todo el mundo, pero ganar una etapa…», explica Sandra.
Más allá de este triunfo parcial, cuando se les pregunta con qué regresan de este Dakar, lo tienen claro. «La experiencia es increíble. Ir al Dakar y ver sólo lo que hay allí ya es una pasada. Hay un montaje para 900 competidores que cada día lo montan y desmontan en diferentes sitios. El vivac es una auténtica ciudad. Verlo es espectacular, pero la experiencia de vivirlo, correrlo… es el evento de deporte más grande del mundo. Correrlo te hace sentir muy orgulloso porque es todo un año preparándolo, buscar sponsor, papeleo, reglamentación… es agotador», señala Matías.
Unas palabras que subraya Sandra, que, además, añade: «El coche tiene una reglamentación muy específica que es súper estricta, así que hay mucha tensión en los momentos previos a participar porque tienes miedo de que no pase las verificaciones. Dedicas un montón de horas a prepararlo todo, mucha tensión a lo largo del año y una vez que cruzas la meta… son un montón de emociones juntas».
12 etapas y un prólogo para completar 7.737 kilómetros de los que 5.129 fueron cronometrados. Una aventura que en la previa los expertos decían que iba a ser la más dura de todas las que se celebraron en el país arábigo. «Sí. Fue más duro que el año pasado, pero lo quisieron hacer tan duro, que lo hicieron peligroso. Se hablaba bastante allí. Por ejemplo, el año pasado en clásicos hubo dos vuelcos y este año fueron nueve. No es normal que haya tantos accidentes en clásicos. Ha sido un Dakar muy rápido y por zonas peligrosas y complicas. Por ejemplo, en motos, la mitad no pudo acabar», explica Matías.
Un Dakar diferente
Este segundo Dakar fue también bastante diferente para ellos, ya que el primero fue más una aventura de descubrir la prueba. De hecho la organización se centró bastante en ellos para contar la historia del matrimonio que se enfrentaba a esta dura prueba. Pero este año el objetivo era competir y pelear por estar entre los mejores. «Fuimos con un poco más de presión porque queríamos hacerlo bien. Después del año pasado, el equipo vio que yo soy un buen piloto, que cuida el coche, y que Sandra es muy buena navegante y nos ofreció un coche mejor para competir en una categoría superior. La verdad que estamos muy felices con el equipo Pedregà. Nos hemos convertido en familia porque nos tratan muy bien y son súper profesionales», señala Matías.
El principal escollo que tuvieron fue la falta de rodaje con el vehículo. «Habíamos hecho el campeonato de velocidad con otro coche y fuimos al Dakar sin probar con el que íbamos a competir. Eso nos lastró un poco las primeras etapas. Salimos con la suspensión muy dura y tardamos unos días en hacernos con el coche», explica Sandra, que además durante esas primeras jornadas estuvo con gripe. «Estaba un poco grogui. Levantarse a las cuatro de la mañana, tomarse un paracetamol y subirse al coche», resume.
Un Dakar sin problemas mecánicos es casi imposible y el matrimonio no fue una excepción. La peor jornada la tuvieron el día de las dunas, que se quedaron sin 4x4 y tuvieron que hacer frente al desierto con sólo la tracción trasera. Eso les obligó a arriesgar muchísimo y lanzarse prácticamente de cabeza ya que tenían que subir a la cresta a toda velocidad. Lo normal es soltar gas al llegar a la parte de arriba para hacer la bajada con suavidad, pero en su caso esa suavidad no era posible. Al final, fue una jornada en la que acabaron penalizados por tiempo, pero que pudieron salvar. También tuvieron otro pequeño susto en la salida de otra de las etapas, que les falló el sistema eléctrico, pero lo pudieron solventar a tiempo.
En cuanto al paisaje, ambos coinciden en que lo más sobrecogedor son las dunas. «Es como estar en mar abierto. Miras y sólo ves arena. Hay arena en todas partes, te sientes pequeño en un mar de arena. Estás conduciendo y estás deseando que se acabe ya la arena y subes a una duna gigante, pensando que vas a ver el final del desierto, llegas arriba y en el horizonte sólo hay arena», recuerda Matías.
Cuando la gente piensa en el Dakar, lo hace en los coches y las motos pasando por grandes parajes, pero hay otra parte que no se ve tanto que es el vivac. Un campamento gigante que prácticamente es una ciudad que se mueve. «Es enorme, te sientes pequeño. Además, llama la atención que todo el mundo va a lo suyo. Cada uno tiene una función y nadie tiene tiempo para entretenerse mucho. Muchas veces no te atreves a pedir ayuda porque sabes que todos van pillados de tiempo, pero como todo el mundo está igual, pues te sientes parte de una gran familia. Todo el mundo es solidario y todo el mundo entiende que en el Dakar te puede pasar cualquier cosa», explican.
Organización perfecta
Además, señalan que impresiona mucho salir de un sitio recorrer 800 kilómetros y ver que lo han vuelto a montar en otro sitio. Destacan también que la organización lo tiene todo perfecto, la limpieza de los baños, la zona para comer, la seguridad para que no entre nadie externo… «La carrera se centra en los pilotos, pero hay muchísimas personas haciendo un trabajo excepcional. Los mecánicos se tiran días sin dormir porque hay que reparar los coches. Nosotros por ejemplo teníamos cuatro coches clásicos, pues si todos vienen con problemas pues se les alarga mucho la noche e igual tienen que desmontar el campamento sin poder acostarse». Todo esto crea también un clima especial en la que todo el mundo está muy cansado y en el que hay que saber entenderse y respetarse.
Cuando se les pregunta por el futuro y si tienen pensado volver al Dakar, Sandra bromea: «Ahora que he vuelto a mi casa, mi cama y las comodidades que tenemos aquí, te digo que no vuelvo. Mejor pregúntamelo dentro de un par de semanas. Nos gustan las carreras y aunque podríamos hacer alguna más llevadera, no sería el Dakar. El Dakar tiene algo que te engancha».
Matías también tiene claro que le gustaría volver porque piensa, además, que pueden estar más arriba en la clasificación y pelear por ganar más etapas, pero no lo quiere hacer a cualquier precio. «El equipo quiere, nosotros queremos, pero dependemos de los patrocinadores. Nosotros tenemos niños, familia, negocios y no queremos estar todo el año persiguiendo patrocinadores y peleando para conseguir 5.000 euros de aquí, 3.000 de allá… Creo que para este año todo dependerá de que consigamos un patrocinador importante que esté interesado en darnos una gran parte del presupuesto necesario, un 80 % o así. El año pasado estuvimos hasta el último momento peleando por conseguir un poquito más. Nosotros no ganamos dinero con esto, todo lo contrario, perdemos. Los patrocinadores nos cubren el coste del Dakar, pero luego tenemos que comprar billetes de avión y otros gastos que pagamos nosotros. Si antes de septiembre no conseguimos un patrocinador principal, creo que no iremos. No vamos a pelear mucho porque es muy agotador y tenemos que cuidar también nuestros negocios. Lo que sí podemos decir es que nosotros hacemos un proyecto muy serio y a nuestros patrocinadores les creamos contactos, conseguimos clientes, se crean unas sinergias importantes. Es lo menos que podemos hacer por ellos», concluye Matías.
Mientras buscan este patrocinador, la vida sigue y ellos sí piensan en el Dakar. Ya están pensando en qué pruebas pueden participar este año para prepararse para llegar a enero de 2026 de la mejor manera posible.
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