Souto, ayer en su casa.

Jonás Souto (Pontevedra, 08-12-2001), pontevedrés de nacimiento pero un ibicenco más al vivir en la isla desde que apenas tenía un año, llegó ayer, por fin, a Ibiza tras haberse visto atrapado en Estados Unidos por la problemática del coronavirus. El actual campeón del mundo sub-19 de billar se siente «aliviado» tras pisar la pitiusa mayor después de ver cómo «el sueño americano se convirtió en una pesadilla».

—Por fin en casa. ¿Qué sensación le invade en estos momentos?
—Pues es un alivio. Hace unos días, cuando estaba en Denver, se me saltaron las lágrimas por la noche porque no sabía cuándo iba a regresar a casa.

—Vivió toda una odisea para volver. ¿Cómo lo recuerda?
—-Pues con resignación. Desde Newark nos dejaban a Dani Sánchez y a mí volar a New York, que era la escala hacia Barcelona, pero sabíamos al cien por cien que al llegar a New York nos iban a poner en cuarentena. Además, el vuelo se canceló. Preferimos ir en coche a New York, que se tardaba varios días, y así completar los días de cuarentena que nos quedaban. Nos íbamos a quedar en casa de un compañero de Predator a esperar el día del vuelo, pero tuvimos suerte y salió la opción de Chicago.

—Me consta que tuvieron problemas en el aeropuerto antes de decidir ir a New York en camión. ¿Qué sucedió exactamente?
—Estábamos hablando de cerca con una de la compañía. Nos pidió el pasaporte. Eso fue cuando nos habían cancelado el vuelo. En facturación, al ver que somos de España, empezó a gritarnos una empleada. «Separaos de mí, que podéis estar contagiados. Sois unos inconscientes», decía.

—Por suerte, se obró el milagro, por decirlo de alguna manera, de poder volver a través de Chicago. ¿Cómo se gestó eso?
—Sí. La mujer del presidente de la Federación Balear de Billar habló con Dani y tenía contacto con un piloto que iba a volar de Chicago a Madrid. Nos confirmó que podíamos ir. Por suerte, en ese momento no estábamos lejos de Chicago, a unas cinco horas.

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—¿Y la embajada española no os planteó esa opción nunca?
—No. De hecho, tengo que quejarme de ella. Dani llamó seis veces y cuando por fin le atendieron le preguntaron si tenía amigos en New York. Cuando le dijo que sí, su recomendación fue: «Id con ellos». Vaya ayuda. Si tienes que ayudar a los españoles, al menos diles otra cosa como «vamos a hacer unas gestiones a ver qué os podemos plantear». Y otro día volvió a llamar y le hablaron mal. Luego se disculparon, pero la cuestión es que no ofrecen las ayudas que deberían.

—¿Cuál fue el peor momento?
—El peor momento fue cuando, estando en Denver, me llegó una noticia falsa de que a partir del lunes se cerraba el tráfico aéreo. Me puse triste porque no sabía cuándo iba a poder volver a casa. Me fui a dormir y, a la mañana siguiente, me enteré de que no iba a ser así y me alivió, pero de todas formas seguía sin saber cuándo podría volver.

—¿Y fue dura la renuncia al Mundial? Porque lo decidió antes de que oficialmente se suspendiera.
—En ese momento, eso no me importaba tanto, porque la cosa ya se estaba poniendo seria y la embajada nos dijo que volviéramos cuanto antes a España. Cuando corres peligro, lo demás no importa. Cuando la cosa se puso seria, me daba igual el Mundial. Además, lo cancelaron siete horas después. Hicieron una reunión con todos los jugadores en círculo en una sala y nos comunicaron la decisión.

—Eso del sueño americano parece que, en su caso, no lo ha podido vivir.
—El sueño americano se convirtió en una pesadilla. Si no llegamos a coger el vuelo de Chicago y tal y como están las cosas en New York, igual no habría podido salir en dos o tres meses. Me habría dado un patatús allí. Cuando estaba en Des Moines, en las noticias ya salía que había miles de infectados en New York.

—Le ha tenido que salir caro el ‘no campeonato’.
—Sí. Con la compañía United Airlines pagué unos 500 euros para volar a Barcelona y no me han devuelto nada. Y el de Chicago ronda los 700, a lo que hay que sumar 125 de la ida de Madrid a Ibiza.

—¿Con qué se queda de la experiencia a nivel deportivo?
—Ha sido una buena experiencia viajar a América por primera vez, pero mi primer viaje a las Vegas ha sido un auténtico desastre. Me habría gustado disfrutarlo como, hasta ahora, todos hacían, porque Las Vegas es un sitio para disfrutar, no para estar preocupado.