David García|LONDRES
La Catedra del tenis vibró en la jornada de ayer con una de las mejores finales de los últimos años en la que se pudo «oír» una vez más el impresionante silencio de la Pista Central mezclado con gritos de apoyo a Nadal, como un atronador «I love you Rafa», lo que dejó ver el carisma del que goza el joven tenista de Manacor entre los seguidores ingleses, y el nutrido grupo de aficionados españoles que estuvieron presentes en las gradas de la pista central.

Con puntualidad británica, a las dos de la tarde según el Meridiano de Greenwich, salían los dos primeros tenistas del mundo a la Catedra del tenis, que se disponía a vivir uno de esos partidos que hacen afición, de los que hacen historia. Y sus dos protagonistas no defraudaron. Qué menos.

Primero Rafa, en pantalones cortos y camiseta blanca, como marca la tradición en Wimbledon, y con su raqueta como aliada, se encargó de poner en pie a sus incondicionales.

Unos pasos después le seguía el que luego se convertiría en cinco veces campeón de Wimbledon enfundado en el traje con el que ha dejado sensaciones en el torneo. El suizo, sin raqueta, pero con la mirada orientada hacia la pista, un escenario en el que ha brillado de manera reiterada y en el que ha acabado de forjarse un nombre en la leyenda del tenis mundial. En Wimbledon, pocos saben como él lo que es salir victorioso de ese escenario emblemático para el deporte de la raqueta. Dos formas muy diferentes de saltar a la Pista Central. Dos jugadores dispares. El número uno de la ATP contra el número uno en la Carrera de Campeones. Los dos grandes dominadores del tenis actual, nuevamente cara a cara. Otra vez en la final de un Grand Slam, el tercero de la temporada, pero en esta oportunidad, sobre hierba. El terreno en el que mejor se defiende el tenista suizo.

Al helvético no hay quien le discuta su poderío en el tenis desde hace cinco años. Y sin embargo el mallorquín dominaba hasta hoy 8 a 4 en sus enfrentamientos individuales. Ayer, Federer ha recortado distancias y lo ha dejado en ocho a cinco, aunque el balear todavía juega con un importante margen sobre el tenista que le precede en el ránking de entradas, el único escollo que le resta por superar. El de Basilea ganó el primer punto fuera de la pista: se llevó el cara y cruz y sacó primero. Tras eso, sirvió el primero de sus veinticuatro aces del partido.

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