Pero la Copa Davis es especial y llena de historias. Y esta última
decía que España en dicha competición nunca había eliminado a
Italia en territorio transalpino. Y se estuvo muy cerca de
repetirse. Al final, con susto y miedo en el cuerpo, no fue así. Y
eso que la temida «encerrona» de público no sucedió, pues el
público de Torre del Greco, en su estreno en Copa Davis, se portó
correctamente e, incluso, aplaudió a un Nadal al que también
adquirieron como ídolo.
Sin olvidar que España es aún la vigente campeona de Copa Davis,
aunque sabe que deberá entregar el testigo y la ensaladera. A ello,
además, se unía que Italia había «castigado» con la no convocatoria
a su número 1, Filippo Volandri, por pedir éste un dinero
suplementario por jugar, y que Starace (n.2) se caía a última hora
por un fuerte proceso gripal.
Pero las cosas iniciaron mal, se complicaron el primer día, en
el primer punto de la eliminatoria, con la derrota de Ferrero, ex
número uno mundial y ganador de Roland Garros, ante Seppi, que
adquirió el número 1 italiano y que está muy lejos en el ránking de
Ferrero.
Lo curioso es que Ferrero ganó los dos primeros sets (7-5 y
6-3), pero a partir de ahí se fue totalmente de la pista: cedió el
tercero por un contundente 6-0, y entregó los dos siguientes (6-3 y
6-2). Se le vio tan mal al español que se empezó a especular con su
ausencia en la última jornada. Antes, Nadal hizo valer su condición
de número 2 mundial, de los 34 encuentros consecutivos ganados
sobre la tierra batida, ante un Bracciali que se convirtió en el
sustituto de Starace: 6-1, 6-2 y 6-3, fue el concluyente
marcador.
Se esperaba cerrar la jornada con 2-0 para España, pero se fue
con un 1-1. El partido de dobles del sábado adquiría mayor
importancia. Y se vio, pues Galimberti/Bracciali, del lado
italiano, y Feliciano López/Nadal, del español, dieron todo, se
dejaron todo en un partido igualado, equilibrado, larguísimo (4
horas y casi 40 minutos).
Un dobles que cayó del lado italiano, por 4-6, 6-4, 6-2, 4-6 y
9-7. Cada dúo tuvo sus ocasiones de ganar, pero quizás Nadal se vio
muy solo ya que tuvo que echarse el peso sobre sus espaldas en los
momentos críticos. Se sabía que el punto de dobles iba a ser
complicado, pues la pareja italiana juega desde hace unos tres años
con asiduidad (6 «challenger» y el último ATP de Milan en su
haber). Italia se ponía con 2-1 y soñaba con el «milagro». La
presión de la remontada pasaba a España, que para mantener la
categoría se veía obligado a ganar los dos individuales del último
día.
Ayer se cumplieron los pronósticos: Nadal, aunque padeciendo más
de lo normal, ganó a Seppi (6-1, 6-2, 5-7 y 6-4), en un partido
donde el español demostró que es humano, pues sufrió un vació
físico («no podía moverme», reconoció después) a partir del tercer
set que le dejó contra las cuerdas.
A Nadal le salvó su corazón y su clase, su mejor tenis, en un
partido donde, junto a los buenos golpes de Seppi desde dentro de
la pista, el español luchó contra un peor enemigo: el desgaste
físico, su duro torneo en Pekín ganado, su largo viaje, la
diferencia horaria, los duros entrenamientos en Torre del Greco
para adaptarse de nuevo a la tierra batida, el calor-húmedo y los
duros partidos del viernes y, sobre todo, del sábado.
Se iba al quinto y más que nunca definitivo encuentro. Se
despejó la incertidumbre y la bi-capitanía española (Jordi
Arrese-Juan Avendaño) confirmó a Ferrero, aunque se pensó en el
debut de David Ferrer.
Ferrero se enfrentaba a Bracciali en una decisión donde había
muchas cosas en juego: él, los capitanes y España.
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