Laiseka aplicó veteranía, astucia y altas dosis de valentía y
ambición para celebrar su tercera victoria en una Vuelta. En medio
de los favoritos de la general, en los kilómetros decisivos camino
de Cerler, atacó hasta tres veces, la última, decisiva ante la
atenta mirada, pero sin reacción, «de los que luchan por la
general». Nadie salió a por él cuando soltó el último zarpazo a
tres kilómetros de meta y se presentó en solitario para firmar otra
de sus distinguidas hazañas, porque los éxitos que figuran en su
palmarés son de mucho fuste. «Estaban los que luchan por la
general, por lo que aproveché para irme. Se quedaron mirando y supe
que iba a llegar», comentó el ciclista vasco, quien a pesar de sus
36 años todavía no piensa en la retirada. «Hay tiempo para
dejarlo», aseveró.
En el Tour alzó los brazos en Luz Ardiden (2001) y en la Vuelta
en Abantos (1999) y Arcalís (2000). Ayer, rescató a su alicaído
equipo con una inyección de moral que levantará al grupo,
desprovisto de Iban Mayo, ya en casa, y con Aitor González a años
luz de su mejor forma.
Los favoritos llegaron juntos, a 15 segundos del ganador, sin
heridas, con la misma escena de Ordino la jornada anterior. No hubo
ni vencedores ni vencidos, aunque Heras dejó escapar otra
oportunidad en la montaña, donde puede marcar las diferencias. El
bejarano, sin explosividad y algo justo de fuerzas, no se quita de
encima al ruso Menchov, que descansará por méritos propios con la
camiseta oro.
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