Apenas se le pudo ver en los fastos de la permanencia. No van con su personalidad los gestos estridentes y grotescos. Por eso ayer, luego de la salvación, decidió quedarse en un segundo plano. Pero Cúper tiene una amplia cuota de responsabilidad en todo esto, en ese milagro de la permanencia al que apeló semanas atrás. Cuando lo vio todo perdido se arremangó y buscó soluciones, desde una entrevista con el presidente hasta la modificación de hábitos, como echar mano del equipo filial. Un buen puñado de jornadas más tarde, el Mallorca se ha concedido una alegría con la que no contaba. El consejo ya hacía números, el agente de Cúper echaba cuentas para rebajar el salario del técnico y los jugadores se apresuraban a afirmar que estarían dispuestos a jugar en Segunda, no fuera cosa que el proyecto les dejara atrás. Curiosamente, desde entonces, el Mallorca experimentó una metamorfósis que nadie se explica. Nadie. El equipo mejoró sus prestaciones, Cúper dio con la fórmula (empezó a repetir onces) y la dinámica cambió desde esa derrota ante el Zaragoza. Hasta ahora, cuando un empate rácano le ha bastado al Mallorca para sostenerse otra temporada en Primera. Lo ha hecho después de una campaña lamentable, casi insultante, pero acicalada en el tramo final. Ahí ha crecido Farinós, imponente en el centro del campo; y Arango, que acentuó su buen primer año en el fútbol español después de la lesión; o Víctor, que ha tenido que madurar de forma acelerada; y Okubo, que se ha granjeado un excelente futuro en el último acelerón. Y eso la ha servido al Mallorca para esquivar el infierno, ese que ya le estaba calentando las nalgas.

Ni siquiera el gol de Reggi y las malas noticias que llegaban desde Villarreal alteraron el guión, redactado para echar el cierre a la Liga de una forma entrañable. Aunque fuera con un empate y en un encuentro plano, muy manipulado por las circunstancias. Por eso a medida que la noche iba avanzando todo cobraba forma. El equipo amarillo se metió en faena, el Mallorca se puso a trabajar y el Levante se fue derrumbando. La permanencia ya era real (1-1). El partido estuvo invadido por el miedo desde el inicio. Nadie se atrevía a tener el gobierno de la cita, que discurrió durante el primer tiempo sin nada que echarse a la boca. Apenas el juego a balón parado del Betis, amparado en la magistral pierna derecha de Assunçao. O los arreones de Okubo, siempre animoso. Lo cierto es que todo sucedía en Villarreal, donde el equipo de Pellegrini iba echándole remiendos a un mal arranque.

A medida que el partido iba avanzando, el Mallorca iba reculando, como condicionado por el marcador de El Madrigal. Sabía el grupo de Cúper que tenía suficiente con firmar una tregua con el Betis para sellar la permanencia, aunque Okubo trató por su cuenta de rajar el encuentro. Fue poco antes de que el Villarreal le diera un revolcón a su partido, y luego de un disparo del japonés que se perdió a la izquierda de Prats (minuto 33). Pero poco más.