Diego Pablo Simeone ha decidido cerrar su segunda etapa como
jugador del Atlético de Madrid por amor a los colores, en vista de
que sus servicios ya no eran necesarios; lo que agranda su
condición de mito rojiblanco a ojos de los aficionados que le han
idolatrado desde su llegada.
Pocos jugadores como el Cholo han conectado con una afición como
lo hizo él. Fue un amor a primera vista y un amor para siempre,
incluso en la distancia.
Simeone debutó con 17 años en el Vélez Sarsfield de su Argentina
natal (Buenos Aires, 28-04-1970), en donde permaneció tres
temporadas antes de dar el salto a Europa a Pisa (1990-92), de
donde pasó a jugar en el Sevilla (1992-94), antes de llegar al
Atlético de Madrid.
El Cholo siempre fue un centrocampista visceral, muy físico, de
los que nunca esconden la cara y lo dan todo por la camiseta que
lucen, sin que ello significara que careciera de técnica y dominio
del balón.
Su llegada al Atlético de Madrid fue la de un galáctico de su
época, ya que los rojiblancos pagaron al Sevilla 500 millones de
las desaparecidas pesetas, en el que fue el fichaje más caro del
año.
Nada más pisar el Vicente Calderón todas sus cualidades
crecieron exponencialmente y se produjo un matrimonio con la
afición que ya no se rompería jamás. Al contrario, el cariño mutuo
cada vez se fue haciendo más profundo.
El doblete del 96 acabó por trasladar ese amor desde el corazón
hasta las tripas, haciéndolo completamente irracional y
desenfrenado.
Hasta cuando Simeone traspasaba la línea que delimita la
deportividad y llegaba al lado oscuro del fútbol, bordeando la
violencia, sus fanáticos seguidores lo consideraban como otra
prueba de amor y entrega por los colores.
Ese mismo año, el 96 grabado a fuego y oro en las mentes
rojiblancas, el jugador ampliaba su contrato, que acababa en 1999,
hasta 2001 con una cláusula de rescisión de 1.500 millones de
pesetas. Y para cerrar el año glorioso, Simeone juraba la
Constitución española el 4 de diciembre, obteniendo la doble
nacionalidad.
Sin embargo, al acabar la temporada 96-97 el club prescindía de
sus servicios y el Cholo pasaba al Inter de Milán, en donde
permaneció dos temporadas, pasando al Lazio en 1999.
Pese a la lejanía, nadie se olvidó de Simeone. En los malos
momentos y con el equipo en Segunda División, el Cholo siguió
siendo añorando, al mismo tiempo que, con cierta regularidad,
mandaba mensajes de ánimo para mantener vivo el fuego.
Con el equipo de nuevo en Primera, en 2003 llegó el momento del
regreso. El Atlético volvía a estar completo con el Cholo en sus
filas. Pese a que su rendimiento ya no fue el de su primera época,
no hubo ni una sola voz disonante, ni un reproche por parte de la
afición, ni una falta de esfuerzo o de profesionalidad por parte
del Cholo.
En junio del año pasado, el jugador manifestó su deseo de volver
a Argentina y «en lo posible al Racing de Avellaneda», equipo con
el que «siempre» simpatizó.
Era una especie de premonición. Simeone sabía que ya no era
necesario para el Atlético, que ya no le podía aportar todo lo que
deseaba, pero aún así esperó hasta que los hechos le han dado la
razón. Ocho partidos, cuatro de titular, indicaban que el momento
de partir había llegado.
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