La eliminatoria acariciaba los penaltis, y tal vez por eso el que ejecutó Francisco Javier Farinós fue suficiente. Con un Mallorca contra las cuerdas, en inferioridad y un Rayo Vallecano con la mochila cargada de ilusión, el equipo de Llompart fue capaz de sobreponerse y ganar en la prórroga. Fue gracias a la astucia de Luis García, que se enredó con un central en el área y propició una pena máxima que le ha devuelto la sonrisa al mallorquinismo. El juego apenas ha cambiado, pero sí la dinámica (0-1). Este tipo de eliminatorias han convertido la Copa en una batalla, en un partido que hay que ganar metro a metro, palmo a palmo. Cada balón dividido tiene un valor incalculable y cada ocasión de gol es media clasificación. Tal vez por eso a Llompart no le vino mal tanta baja por lesión, porque así pudo sembrar el campo de jóvenes jugadores hambrientos de éxito. Que si Carmona por la orilla derecha, que si Campos y Ramis en la zaga, que si Perera arriba junto a Luis García. Fue tanto el ardor que a la media hora Tuni, Carmona y Campos ya habían visto la cartulina. Había decidido también el técnico de Inca cambiar el dibujo, una de las cosas que condenaron a Floro, y todo junto dio con una cita algo trabada de inicio. Nadie asumía el gobierno, había mucho juego de guerrilla y ninguno se atrevía a dar el paso. Llompart iba cambiando de flanco a Carmona y Campano, pero el Mallorca no encontraba acomodo en las bandas y no generó ninguna ocasión durante los treinta primeros minutos, en los que el Rayo Vallecano se limitó a hacer circular el balón.