Bajo el síndrome de la Eurocopa, España no ha mostrado
demasiados síntomas de recuperación y el tiempo de gracia concedido
al nuevo entrenador comienza a agotarse.
«El equipo tiene que salir al campo convencido de jugar bien y
de que va a ganar. Luego, puede pasar otra cosa, pero tiene que
haber ese convencimiento», afirmó Luis Aragonés la víspera del
enfrentamiento contra Bélgica. Pues ese convencimiento, que de
alguna forma existió en la victoria contra Bélgica (2-0),
desapareció cuatro días después, cuando se convirtió a Lituania en
una selección de primer nivel, a base de temores y
precauciones.
Lejos de salir reforzada de una semana que se consideraba
decisiva, la selección ha aumentado sus dudas, porque sigue sin un
estilo definido.
Ante Bélgica, Luis Aragonés ilusionó con un equipo muy joven (24
años de promedio) y ofensivo, que durante el primer cuarto de hora
jugó muy bien, pero sufrió un súbito apagón, del que le rescató
Albert Luque. El seleccionador, sin embargo, pareció perder la
confianza en ese grupo de jugadores, a los que consideró demasiado
«blandos» para fajarse sobre un mal terreno de juego, con
temperaturas bajo cero y ante un rival incómodo.
Aferrada a la «media inglesa» (vencer en casa y al menos empatar
fuera), la selección española mantiene intactas sus opciones de
clasificación al Mundial de Alemania, pero no ilusiona a una
afición desencantada desde la Eurocopa.
De todas formas, el técnico tiene el apoyo de los jugadores.
«Aragonés tiene su forma de jugar y hay que apoyarle», afirmó ayer
Tristán. «La imagen que está dando la selección no es la mejor,
aunque a Aragonés hay que darle tiempo», dijo por su parte,
Fernando Sanz.
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