La selección española demostró en París que se ha recuperado de
la conmoción que produjo el positivo de su estandarte, Alberto
García, en los Mundiales de cross de Lausana y, pese a los fallos,
incluido el de su capitán, ha restañado sus heridas con ejemplos de
coraje y abnegación.
Manuel Martínez pasó en sólo cinco meses del punto más alto de
su carrera, el título mundial en pista cubierta, a su más profunda
sima, al quedar eliminado en la ronda de calificación de París sin
que acertara a explicarse lo sucedido.
El medio fondo español continúa en crisis. La retirada de Fermín
Cacho, el estancamiento de Reyes Estévez, el «pinchazo» de Juan
Carlos Higuero y el retroceso de José Antonio Redolat y Andrés Díaz
dibujan un panorama preocupante. Estévez estaba fino de cara, fruto
del trabajo en Soria con Enrique Pascual, pero en la hora suprema
de la final no estuvo en las mejores condiciones físicas. Le faltó
fuerza para sostener el esprint, pero al menos pisó terrenos
comprometidos. Higuero y Parra dieron la impresión de ir al límite
desde el primer metro.
España, que perdió para estos Mundiales no sólo a Alberto
García, sino a los lesionados Fabián Roncero, Pepe Ríos y Mayte
Martínez y al sevillano Antonio Jiménez «Penti», víctima de la
ansiedad, logró igualar en París su mejor cosecha de medallas
(cinco) y anduvo cerca, con 13, de su mayor número de finalistas,
que es de 17. Faltó la guinda. Si Yago Lamela o Paquillo Fernández
hubieran conquistado su respectivo título mundial de longitud o 20
kilómetros marcha, en lugar de bronce y plata, el equipo español
habría cuajado, en conjunto, la mejor actuación de su historia en
los Mundiales.
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