MIQUEL ALZAMORA
El Mallorca se desprendió en Vallecas del estigma perdedor que había paseado durante las últimas jornadas. El grupo de Manzano guiñó a la épica y atrapó un triunfo que pone fin a una espiral nociva. El cuadro balear tuvo que guiñar a la épica para sanar su herida. De nuevo en inferioridad numérica, el Mallorca fue capaz de reponerse a todo y voltear el marcador en la recta final. Primero Walter Pandiani -que contó con la colaboración del guardameta local- y después Carlos Domínguez alteraron el guión de una cita que se inclinó con violencia en la apertura del segundo acto. Fue cuando Poli tuvo que marcharse al descanso y el Rayo Vallecano cobró ventaja. Todo llegó de golpe, aunque esta vez el cuadro bermellón exhibió capacidad de reacción y pegada.
Partidos como el de Vallecas son fácilmente predecibles y la primera parte no sorprendió a nadie. Balones al área, juego trabado e innumerables interrupciones de juego. Así una y otra vez, así un minuto tras otro, así transcurrió un simulacro de partido de fútbol jugado en un césped tan helado y frío como el juego de ambos equipos.
La película es tan fácil de relatar como tétrica en su resumen. En la primera mitad sólo una clara ocasión de gol, la que protagonizó Michel en el lanzamiento de un libre directo al que respondió de manera magistral el portero Leo Franco. A excepción de esta oportunidad de gol, el resto de minutos era un querer y no poder. Querer atacar con criterio y no poder hacerlo, querer entrar por las bandas y encontrar muchos impedimentos y querer entrar por el centro y no hallar ni un mal espacio que llevarse a la boca para poder aterrizar con mínimas garantías de éxito en la portería de Etxeberria. Así son los partidos en Vallecas, así son los encuentros en un campo pequeño y donde el que más brega y el que más corre suele llevarse el gato al agua.
El Mallorca intentaba, sin conseguirlo, utilizar los medios anteriormente comentados para abrir el tarro de las esencias pero al final todo quedaba en nada. El guión estaba claro, se trataba de un partido tan aburrido como predecible y todo quedaba a expensas de una jugada a balón parado o de una genialidad por parte de los más geniales como Ibagaza, Pandiani o Novo. Pero el primer periodo fue simplemente desesperante. Era el más claro ejemplo de un juego frontal, de patio de colegio, de destruir más que de atacar, era el antifútbol hecho partido.
No se creaba porque esa misión era para Ibagaza pero ni tenía espacio ni apenas le llegaban balones, así que todo quedaba a expensas de un toque genial por parte de alguien pero ni llegó el toque ni llegó la magia. Nada de nada. Descanso y a ver qué pasa. Y lo que pasó fue mucho. Pérez Pérez mandaba a Poli al vestuario (minuto 55) y segundos después un cabezazo de Bolic adelantaba a los locales. Paradójicamente, con un jugador menos y el marcador en contra el Mallorca ofreció en los siguientes minutos más que en todo el resto del encuentro. Etxeberría echó un cable a Pandiani y el Rayo acusó el empate. En el minuto 84, Carlos sentenció.
Gregorio Manzano jugó con los tres centrales que tenía a su disposición pero la sopresa no fue la idea que tenía el entrenador de Jaén, sino el modo en que Vázquez movió ficha cuando tuvo conocimiento de que esto sucedía. El preparador del Rayo dejó a Bolo fuera del equipo y pasó a jugar con un punta, lo que a su vez motivó que Manzano avanzara hasta la zona de pivote a Federico Lussenhoff. El central tuvo problemas para poder asentarse en esa posición y estuvo muy pronto mediatizado ya que a los 19 minutos vio una cartulina amarilla.
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