El debutante Pandiani, junto a Cañizares en un momento del encuentro. Foto: TOMÁS MONSERRAT.

El caudillaje del fútbol moderno se ampara en una ley básica: el gol. Lejos de cualquier visión romántica de este deporte, la pegada se ha convertido en una cuestión perentoria para sobrevivir en el mundo del balompié, porque no hay premio sin definición.

El Valencia, uno de esos equipos de corte y confección diseñados para aburrir y conquistar títulos, tuvo suficiente con marcar en la apertura de cada mitad para solventar un partido por el que nunca temió, porque el Mallorca apenas generó recursos en ataque y los que tuvo murieron en la pista de atletismo. Ni la prometedora irrupción de Pandiani, ni la clase de Turu Flores, ni las carreras de Riera; nada tuvo valor, porque el campeón aplicó el bisturí sobre un rival enfermo por las bajas de Ibagaza y Etoo y de paso alivió un poco el proceso de descomposición abierto tras el incidente en el último entrenamiento. El equipo de Gregorio Manzano no tiene ni buena ni mala pinta, simplemente está a medio hacer (0-2).

El Mallorca perdió el gobierno del partido desde el arranque. Apenas un minuto después del inicio del choque, y coincidiendo con el primer aliento tras un remate blando de Novo en el interior del área chica, los de Manzano empezaron a notar la falta de fluidez en la circulación del cuero. A pesar de que Campano alternó la banda y la media punta, el balón siempre era propiedad de los de Benítez; Baraja y De los Santos alimentaban a Aimar, que se movía con sentido en la zona de influencia, y el Valencia se apresuró a pisar los dominios de Leo Franco. Primero con una sacudida del centrocampista argentino desde la frontal (minuto 6) y poco después con el latigazo del uruguayo, que acabó culminando una jugada que fue de izquierda a derecha (minuto 10).

Por entonces, Pandiani se había cansado de trazar desmarques. Sin embargo, su instinto le permitió acercarse al gol en otro golpe de pedal de Riera; el zurdo puso la bola en el área y el uruguayo remató de forma acrobática de cabeza un esférico que acabó por estrellarse en el larguero (minuto 45). Fue el único punto de luz en una primera mitad muy oscura.

La segunda entrega tuvo la misma dinámica. Un inicio galáctico del Mallorca "Riera remató alto a servicio de Pandiani" y el gol del Valencia. El derechazo de Baraja a poco del arranque desconectó el partido y acabó por certificar la enorme presencia de los anarajandos, que sacaron petróleo de cada aproximación más o menos tangible. La contundencia valenciana contrastaba con la falta de puntería rojilla; Pandiani marró una batería de servicios desde la izquierda y acabó por anunciar que no era su mejor noche.