El caudillaje del fútbol moderno se ampara en una ley básica: el
gol. Lejos de cualquier visión romántica de este deporte, la pegada
se ha convertido en una cuestión perentoria para sobrevivir en el
mundo del balompié, porque no hay premio sin definición.
El Valencia, uno de esos equipos de corte y confección diseñados
para aburrir y conquistar títulos, tuvo suficiente con marcar en la
apertura de cada mitad para solventar un partido por el que nunca
temió, porque el Mallorca apenas generó recursos en ataque y los
que tuvo murieron en la pista de atletismo. Ni la prometedora
irrupción de Pandiani, ni la clase de Turu Flores, ni las carreras
de Riera; nada tuvo valor, porque el campeón aplicó el bisturí
sobre un rival enfermo por las bajas de Ibagaza y Etoo y de paso
alivió un poco el proceso de descomposición abierto tras el
incidente en el último entrenamiento. El equipo de Gregorio Manzano
no tiene ni buena ni mala pinta, simplemente está a medio hacer
(0-2).
El Mallorca perdió el gobierno del partido desde el arranque.
Apenas un minuto después del inicio del choque, y coincidiendo con
el primer aliento tras un remate blando de Novo en el interior del
área chica, los de Manzano empezaron a notar la falta de fluidez en
la circulación del cuero. A pesar de que Campano alternó la banda y
la media punta, el balón siempre era propiedad de los de Benítez;
Baraja y De los Santos alimentaban a Aimar, que se movía con
sentido en la zona de influencia, y el Valencia se apresuró a pisar
los dominios de Leo Franco. Primero con una sacudida del
centrocampista argentino desde la frontal (minuto 6) y poco después
con el latigazo del uruguayo, que acabó culminando una jugada que
fue de izquierda a derecha (minuto 10).
Por entonces, Pandiani se había cansado de trazar desmarques.
Sin embargo, su instinto le permitió acercarse al gol en otro golpe
de pedal de Riera; el zurdo puso la bola en el área y el uruguayo
remató de forma acrobática de cabeza un esférico que acabó por
estrellarse en el larguero (minuto 45). Fue el único punto de luz
en una primera mitad muy oscura.
La segunda entrega tuvo la misma dinámica. Un inicio galáctico
del Mallorca "Riera remató alto a servicio de Pandiani" y el gol
del Valencia. El derechazo de Baraja a poco del arranque desconectó
el partido y acabó por certificar la enorme presencia de los
anarajandos, que sacaron petróleo de cada aproximación más o menos
tangible. La contundencia valenciana contrastaba con la falta de
puntería rojilla; Pandiani marró una batería de servicios desde la
izquierda y acabó por anunciar que no era su mejor noche.
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