A pesar de que la opinión general de los corredores y directores
coincide en que este Tour ha sido «un paseo para Armstrong», el
campeón no compartió esa idea: «Puedo asegurar que no ha sido
fácil, aunque haya dado esa impresión. Lo que hay que valorar es
que yo tengo más experiencia y he contado con un equipo increíble
que ha estado conmigo en todo momento», aclaró. «En 1999 estaba muy
nervioso porque pensaba que podía perder en cualquier momento. Hoy
si me pasa algo sé que puedo contar con mis compañeros. Para mi
ganar el Tour es el objetivo de mi vida y nadie se puede imaginar
lo que sufriría si perdiera», manifestó Armstrong.
El ciclista texano señaló que del Tour que acaba de concluir se
queda «con el recuerdo de las victorias y los buenos momentos
pasados con los compañeros», como el ambiente que creaba en el
autobús del equipo su compatriota Floyd Landis con la música de ZZ
Top. «Los extranjeros del equipo no entendían nada», bromeó. El
ciclista tejano, a punto de cumplir los 31 años, refuerza con sus
hazañas en la tierra el apellido del ilustre Armstrong que tuvo el
privilegio de poner el pie en la luna y su cuarto Tour trae a la
memoria una historia similar a la de otro compatriota, pero esta
vez ciclista: Greg Lemond.
Greg Lemond también tuvo que superar serios problemas físicos
que a punto estuvieron de quitarle la vida. En 1986 ganó el Tour de
Francia con el equipo La Vie Claire, un año más tarde un accidente
de caza le llenó el cuerpo de perdigones. Tras dos años de ausencia
vuelve a la bicicleta y gana el segundo Tour con el modesto equipo
belga del ADR y en el 1990 cierra su épica carrera con un nuevo
triunfo, esta vez con el Z.
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