La jornada sabatina amaneció con los pitiusos desayunando frente al
televisor en sus casas y en el interior de las cafeterías. La
selección española madrugó en su reto y falló. La tristeza y un
cierto sabor amargo adornó el madrugón de los que descansaban o el
desayuno de los que aprovecharon para almorzar cerca del trabajo.
La intensidad de la eliminatoria que afrontaban los de José
Antonio Camacho "uno de los más antiguos veraneantes de Eivissa" se
vivía en las cafeterías de toda la isla. Los preparativos de los
fogerons de Sant Joan no fueron suficiente exorcismo.
Aquéllos que lo vivieron en casa, mientras se preparaban el café
con leche y ultimaban las tareas domésticas, no podían evitar una
mirada al televisor para saber como iba el partido. El remate de
Morientes cazado por el portero coreano y las penetraciones de un
espléndido Joaquín, levantaron una y otra vez los ánimos de los
aficionados.
La radio fue el gran aliado de quienes se ganan la vida con el
transporte, sea público o privado. Sin duda, un partido radiado
despertaba aún más que las imágenes la imaginación y más de uno
rezongó en su asiento tratando de chutar a puerta y zanjar el
asunto en la temida prórroga.
Los tópicos se citaron en las terrazas de Eivissa, donde muchos
aficionados acudieron dotados de banderas, bufandas y pinturas de
guerra con los tonos rojigualdas de la señera nacional. Los
viandantes se acercaban para seguir el partido. El tiempo
reglamentario, estéril, la prórroga y la definitiva tanda de
penaltis se vivieron como nunca. La intensidad se trocó en tristeza
y un cierto sinsabor por la derrota en la injusta tanda de
penaltis.
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