España, que tardó en el entrar en el partido quizá amedrentada
por la grada, jugó mejor que Corea, aunque no realizó su mejor
encuentro e incluso, fue perjudicada por el árbitro del partido con
decisiones puntuales, pero lo cierto es que no supo hacer gol y se
va de Corea con mal sabor de boca.
Dio la sensación de que le impresionó el ambiente hostil y el
empuje de los jugadores coreanos, a pesar de que sobre las dos
cosas tenían la lección teórica bien aprendida.
Los coreanos buscaban el balonazo a los puntas en busca de algún
error de la defensa de José Antonio Camacho fue el principal
argumento de los de Hiddink, auténtico héroe nacional por lo
conseguido con sus aguerridos futbolistas.
Para José Antonio Camacho se confirmaron los malos presagios que
auguraban la suplencia de Raúl González, todavía convaleciente del
estiramiento muscular en el abductor derecho que sufrió en el
partido de octavos de final ante la República de Irlanda.
Y España echó en falta a su estrella. Su demarcación la ocupó
Juan Carlos Valerón. El jugador del Deportivo de La Coruña es capaz
de cualquier genialidad con el balón en los pies, pero adolece de
la capacidad de sacrificio y trabajo de Raúl.
Estuvo Valerón intermitente en la creación y poco participativo
en la presión al rival, por los que Fernando Morientes se encontró
a veces demasiado solo como referencia del ataque español.
En el minuto 18, Rubén Baraja inauguró el casillero de disparos
de la selección, aunque lo hizo con un balón desviado, sin ningún
peligro para el portero coreano. Pero fue el principio de la
recuperación de España, que sin jugar un gran partido, tocó más el
balón desde ese momento y mantuvo la posesión.
Gracias a ello comenzaron a caer las ocasiones de gol,
fabricadas fundamentalmente desde la banda derecha, en la que el
bético Joaquín Sánchez se marcó un partidazo.
Un cabezazo de Fernando Morientes y otro de Hierro pusieron el
corazón de los coreanos en un puño, lo mismo que una incursión del
mencionado Joaquín en la que se recorrió casi todo el campo y fue
objeto de falta cuando se disponía a disparar. El gol se resistía a
llegar cuando, al poco de comenzar la segunda mitad, el Gamal Al
Ghandour anuló uno marcado de cabeza en propia meta por un defensa
coreano tras el saque de una falta por supuesta falta de Iván
Helguera.
En medio de una tremenda tensión, se llegó a los minutos
suplementarios con el partido roto y posibilidad de tanto por los
dos bandos. En la prórroga, España acusó en cansancio,
especialmente Joaquín, que concluyó el partido medio cojo. Aún así,
en el minuto 99 un remate de Morientes al poste pudo acabar con el
encuentro, que llegó sin que nadie pudiese evitarlo a la temida
tanda de penaltis, la suerte suprema. En esta ocasión, la suerte
fue esquiva y el sueño español acabó.
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