Carlos Sainz (Ford) acude al Rally de Acrópolis en Atenas para
lograr su vigésimo quinto triunfo en una prueba del Mundial de la
especialidad, un reconocimiento de «plata» que le serviría para
relanzar su candidatura a la corona universal y convertirse, de
paso, en el piloto más laureado de la historia por número de
victorias.
La inesperada resolución hace un mes en el Rally de Argentina,
tras la doble descalificación del finlandés Marcus Gronholm
(Peugeot) y del británico Richard Burns (Peugeot), que le dejaron
como ganador final, ha devuelto la sonrisa y la confianza al piloto
madrileño que logró romper el maleficio que le perseguía tras 20
meses de sequía. La mala suerte que ha condicionado la trayectoria
de Sainz en los últimos Mundiales dio un giro de 180 grados en la
prueba sudamericana. Gronholm fue descalificado por recibir una
asistencia ilegal, mientras que a su compañero de equipo (Burns),
el excesivo peso de su Peugeot le jugó una mala pasada cuando la
competición ya había finalizado. Los gritos de rabia y de
lamentación de otros rallys se transformaron en una alegría que
Sainz, difícilmente, pudo disimular. «Los rallys son un deporte muy
extraño en ocasiones. Mis pensamientos son que, pase lo que pase,
los libros de estadísticas dirán que una victoria es una victoria».
Carlos Sainz abrió la presente temporada con dos terceros puestos
(Montecarlo y Suecia). Fue sexto en Córcega, abandonó en Cataluña y
en Chipre no pudo pasar de la undécima plaza. Tras su victoria en
Argentina, se ha situado tercero en la general con 19 puntos.
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