La victoria del equipo español no fue, ni mucho menos, fruto de
una exhibición de fútbol como la de 1960, pero la recompensa es la
misma. El Real Madrid manda en Europa, un territorio por el que
sabe moverse mejor que nadie y donde se ha convertido en un equipo
de leyenda. El duelo tuvo un comienzo trepidante, con una arrancada
impetuosa del Real Madrid y una reacción casi inmediata del Bayer,
un equipo atípico para ser alemán. El de Klaus Topmoeller no basa
su fútbol en la fuerza física, aunque la tiene. Le gusta ser dueño
del balón y lo maneja con criterio. Con esa virtud, presión en
campo contrario y un trabajo sobresaliente entre líneas del turco
Yildiray Basturk, creó muchos problemas al Real Madrid, sobre todo
en el primer tiempo. Y eso que el equipo blanco se encontró el
camino cuesta abajo a los siete minutos de juego. Raúl, muy listo,
como siempre, superó por velocidad a Lucio tras un saque de banda
larguísimo de Roberto Carlos, se internó en el área y batió a Jorg
Butt con un disparo cruzado, suave pero muy bien dirigido. Fue el
mejor comienzo que podía soñar el Real Madrid.
Pero el Bayer no se desesperó. No actuó con prisas tras el gol
encajado. Reaccionó con inteligencia, ganó metros poco a poco y
Lucio, en el minuto 14, enmendó el error que le costó el gol a su
equipo con un perfecto remate de cabeza tras una falta lanzada por
Bernd Schneider. El defensa brasileño puso otra vez al descubierto
uno de los defectos que el Real Madrid parece incapaz de corregir
desde hace mucho tiempo. Cada balón por alto en una jugada de
estrategia del equipo rival le crea un sobresalto. El equipo de
Vicente del Bosque acusó el golpe. Iván Helguera y Santiago Solari
no encontraron espacios para distribuir el juego blanco desde
atrás, Roberto Carlos entraba poco en acción cuando su equipo tenía
el balón y Luis Figo, con su tendencia de irse al centro, hizo
jugar a su equipo sin poder de desborde por la derecha.
Sólo Zinedine Zidane, que fue siempre el eje de juego
madridista, y Raúl, que buscó con asiduidad muy la espalda de los
centrales del conjunto germano, ponían en aprietos al Bayer. La
estrella del Bayer, Michael Ballack no estuvo muy inspirado, pero
su equipo puso contra las cuerdas al Real Madrid a base de
triangulaciones y la movilidad de Basturk. En el minuto 22, César
tuvo que emplearse a fondo en un mano a mano con Thomas Brdaric
para enviar el balón a saque de esquina. La defensa madridista
hacía aguas y el equipo blanco estuvo a la deriva en la recta final
de la primera mitad, sin capacidad para imponer su calidad.
Fue la magia de Zidane la que sacó del aprieto al Real Madrid
cuando más lo necesitaba, en el último minuto del primer tiempo. El
francés firmó el 2-1 con una volea espectacular tras una internada
por la izquierda de Roberto Carlos. Un gol de muchos quilates digno
del jugador más caro del mundo El Bayer no fue el mismo tras el
descanso. Dejó más espacios y más tiempo para pensar al Real Madrid
y eso es darle demasiada ventaja a los hombres de Del Bosque. Sin
un juego espectacular, el equipo blanco mejoró su imagen, tuvo más
tiempo el balón en su poder y obligó a la zaga del conjunto germano
a trabajar como se supone que hay que hacerlo en una final de Copa
de Europa. Las ocasiones de gol, como en el primer tiempo, no
abundaron, y el Real Madrid, que funcionó mejor como equipo, vivió
al tramo final del encuentro sin pasar grandes apuros para
conservar su renta hasta los últimos instantes en los que Iker
Casillas efectuó tres excepcionales paradas que evitaron lo que
pudo ser el empate para los alemanes.
Y después de una campaña marcada por las decepciones de perder
la final de la Copa del Rey ante el Deportivo en su propia casa, el
estadio Santiago Bernabéu, y caer hasta el tercer puesto del podio
en la recta final de la Liga, el Real Madrid puede celebrar sus
cien años de vida con el galardón más preciado. El equipo de
Vicente del Bosque se jugó toda la temporada a una sola carta. Y
ganó. En los últimos años, parece que el Real Madrid sólo da lo
mejor de sí mismo cuando está acorralado y esa contra la pared.
Llegó a Glasgow azotado por la sensación de fracaso, pero acabó
bañándose en la gloria y agrandando todavía más su leyenda en una
competición que siempre llevará su nombre. Segundos después de que
el árbitro señalara el final del partido, los futbolistas blancos
no tardaron en derramar lágrimas de campeón mientras enloquecian
miles de madridistas.
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