Los jugadores de Yogoslavia celebran el triunfo ante España y su pase a la gran final.

78 YUGOSLAVIA (18+18+21+21): Jaric (4), Bodiroga (15), Stojakovic (30), Drobnjak (13), Tomasevic (-) -cinco inicial-, Tarlac (4), Obradovic (5), Gurovic (4) y Scepanovic (3). López (8), Angulo (12), Paraíso (8), Gasol (22), Alfonso Reyes (6) -cinco inicial-, Jiménez (2), Navarro (5), Rodríguez (2), Kornegay (-) y Garbajosa (-).

65 ESPAÑA (21+18+12+14):

Àrbitros: Dorizon (FRA) y Biricik (TUR). Excluyeron por personales a Paraíso (m.32) y Jiménez (m.40).
Incidencias: encuentro correspondiente a las semifinales del XXXII Campeonato de Europa disputado en el Abdi Ipekci Sport Salonu.

Efe X ESTAMBUL
Imposible, la única palabra que nunca ha querido pronunciar la España de Javier Imbroda, brotó por fin de su boca en honor al mejor equipo que desde su desmembración en 1991 ha reunido la moderna Yugoslavia, cuyo inmenso arsenal humano luchará por un oro que la selección tuvo en el punto de mira veinte minutos y que ahora puede transformarse en bronce ante Alemania. La puesta en escena de España no pudo ser mejor. La selección presentó la tarjeta de visita de un equipo campeón, bien armado, organizado, humilde y dispuesto a sacrificarse sobre la pista del Abdi Ipekci para exprimir hasta la última gota de su imberbe calidad sin pararse a mirar el nombre del rival.

Esa actitud entregó el control del partido a los hombres de Javier Imbroda -de nuevo brillante en el planteamiento defensivo-. España mandaba en el campo y Yugoslavia actuaba a remolque en espera de que el técnico Svetislav Pesic encontrase alternativas para imponer su baloncesto y cambiar la tendencia del juego en la pizarra.

El primer logro del equipo español fue reducir prácticamente a la nada a los pívot rivales, la línea más vulnerable de los yugoslavos, constantemente acosada por Alfonso Reyes y Pau Gasol, que en menos de diez minutos ya habían enviado al banco a Dejan Tomasevic y a Predrag Drobnjak. Pesic tuvo incluso que cambiar a sus bases ya durante el primer cuarto porque España también apretaba por fuera en una combinación de emparejamientos que desorientó a Yugoslavia, incapaz de lanzar un sólo contragolpe en los veinte primeros minutos y por detrás en el marcador desde el seis de seis que los españoles anotaron desde la pintura (6-13 m.6).Cualquier otro rival habría entrado en crisis irremediablemente, pero Yugoslavia es Yugoslavia y las demoledoras muñecas de Dejan Bodiroga y Predrag Stojakvoic, aunque también limitadas por la defensa española, mantenían en pie a los plavi , por dos veces alejados a ocho puntos antes del descanso (11-19 m.8 y 27-35 m.17). Entre tanto, Raúl López había dado una clase magistral de tiro y dirección, Pau Gasol había derrochado su tremenda clase -tapones, puntos y mates- y Lucio Angulo había encarnado la garra con sus robos y contragolpes en solitario. España vivía un sueño que después de dos cuartos era completamente real (36-39), pero estaba claro que Yugoslavia volvería del vestuario echa un vendaval.