El respeto que le profesan a Greene sus rivales es tal, que uno
tras otro fueron perdiendo los nervios y cometiendo salidas nulas.
Primero fue Kim Collins, de San Cristóbal y Nieves, luego Ato
Boldon y por último Montgomery, mientras el campeón mundial mataba
la ansiedad repitiendo el ritual de sus gestos. Greene, con su
cajón limpio de salidas falsas, fue el más rápido en abandonar los
tacos de salida (132 milésimas), mientras que Montgomery, lastrado
por su error, tardaba. 25 milésimas más, casi
exactamente la diferencia que los separó en la meta. Su ambición de
nuevo cuño condujo a Montgomery, campeón estadounidense, a
presionar muy fuerte en los últimos metros a un Greene que empezó a
cojear nada más llegar a la meta.
El anemómetro había fallado el sábado en los cuartos de final
cuando marcaba 5'1 metros de viento contrario, pero la marca de
Greene era real (9.88) y presagiaba algo grande, aunque finalmente
no cayó el récord. El desafío planteado por Montgomery proporcionó
a Greene la dosis de motivación que le faltaba. Greene, discípulo
de John Smith, es el único velocista de la historia que puede
presumir de ser el mejor en todas las facetas del esprint corto: es
campeón y plusmarquista mundial al aire libre y en pista cubierta y
tiene en su poder, además, el título olímpico. Maurice Greene, el
único atleta de la historia que atesora todos los títulos y todos
los récords del esprint corto, ha encontrado en Edmonton un rival
irrespetuoso: su compatriota Tim Montgomery. Nunca había corrido
tanto Maurice Greene en unos campeonatos del mundo y, sin embargo,
nunca había tenido tan cerca a un adversario. Sólo tres centésimas
separaron al renacido Montgomery de algo que le obsesiona: la
medalla de oro.
A la cuarta salida, Greene abandonó los tacos en sólo 132
milésimas. Montgomery tuvo que ser precavido para no verse
eliminado por una segunda salida nula y tardó 25 milésimas más que
el campeón en ponerse en acción, justamente el lapso de tiempo que
separó a los dos corredores en la meta. «Con la fuerza que tenía al
final, todo lo que necesitaba hoy para obtener la victoria era una
buena salida, pero no la he tenido», se lamentaba Montgomery.
Greene sintió esta vez la incómoda presencia de un rival pisándole
los talones en los últimos metros, en el espacio en que suele abrir
un hueco tranquilizador sobre el resto. Llegó a la meta cojeando,
con molestias en la pantorrilla izquierda, no en la rodilla que le
había causado problemas la última semana.
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