Cipollini lo avisó el día anterior. Su ambición no tiene límites
y prometió que iría a por el cuarto triunfo en Thionville. El de
Saeco ha sacado toda su adrenalina y se ha embarcado en la labor de
demostrar a sus técnicos que se equivocan al dejarle marchar y sin
duda lo está consiguiendo. Ganar cuatro etapas consecutivas en el
Tour de Francia sólo está al alcance de los más grandes y Cipollini
lo es en su especialidad.
El trazado de la séptima etapa (Avesnes Sur Helpe-Thionville 227
kms) era muy molesto para los corredores, sobre todo en los últimos
80 kilómetros, con una carretera muy estrecha y con peligrosas
curvas. Los 227 largos kilómetros se convirtieron en una tortura
para los que esperan la contrarreloj de Metz como plataforma de
lanzamiento hacia los primeros puestos.
Desde los primeros momentos se produjeron intentos en un pelotón
inquieto pero que no permitió la salida de nadie hasta el kilómetro
24. Allí se «coció» la aventura de la jornada. Stephane Heulot,
Lylian Lebreton y Henk Vogels abrieron brecha y se fueron de sus
compañeros de viaje. De los tres, sólo el francés Lebretón se
resistió y primero el alemán Vogels y después Sthepane Heulot
cedieron en su intento y dejaron a Lebretón solo ante el
peligro.
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