En la noche del jueves el Comité Olímpico Italiano hizo
controles a los equipos Ballan, Mobilvetta y Vini Caldirola, lo que
motivó una reunión entre algunos de los corredores más
representativos, como Mario Cipollini, Laurent Jalabert, Marco
Pantani y Oskar Camenzind para analizar la situación y la
estrategia a seguir.
La amenaza de plante corrió como la pólvora en Foggia, pero la
etapa se disputó sin novedad, aunque Marco Pantani dejó bien claro
que no están dispuestos a aceptar más controles que no provengan de
la UCI y que en caso contrario el Giro se puede parar.
Con estos antecedentes, el desarrollo de la etapa perdió
interés. De por sí, la jornada era de transición a la espera de lo
que suceda este fin de semana, con dos jornadas cruciales para el
futuro deportivo de la competición. La del sábado, con final en el
Gran Sasso, y la contrarreloj del domingo en Ancona. Después de
ambas estarán las cosas mucho más claras en la clasificación
general.
Los 153 kilómetros que separan Foggia de Lanciano no tenían
ninguna dificultad para los corredores, aunque debían de estar
atentos después de los abanicos del día anterior.
La salida fue tranquila hasta que en el kilómetro 69 se produjo
la escapada de la jornada, protagonizada por Rodolfo Ongarato y
Carlo Bianchi.
El pelotón permitió que fuesen adquiriendo ventajas hasta llegar a
los cuatro minutos y diez segundos, pero a unos veinte kilómetros
de la meta preparó la caza de ambos para de nuevo jugarse un
desenlace al esprint.
El primero en ser alcanzado fue Bianchi, a unos 16 kilómetros de
meta, y poco después fue Ongarata el que cedió y se perdió entre el
grupo.
Tras varios intentos sin éxito, el final se le presentó fácil a
Jeroen Blijlevens, que superó con facilidad al letón Romans
Vainsteins y al italiano Fabrizio Guidi. Blijlevens se anotó el
segundo triunfo, ya que también lo había hecho en Messina, en la
tercera etapa.
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