¿Se encuentra triste o contento con la jubilación?
—Bueno, es un sentimiento agridulce. Por una parte estoy contento por acabar una carrera de 46 años sin haber roto nada, con los aviones, pasajeros y tripulación intactos. Por otra, da un poco de pena terminar con esta etapa, pero como dijo un poeta, la vida es un renacer y morir entre dos eternidades. Así que se acaba una etapa pero comienza una nueva.
¿Y qué hará?
—Me quedaré un par de años por aquí (Ibiza) y el director de Swiftair (compañía para la que trabaja y que alquila aviones y tripulación a Air Europa) me ha pedido que dé algún curso de formación, charlas....
¿Dónde ha tenido sus bases?
—En América, Guatemala, México, Honduras, Belice, Trinidad y Tobago...En África, Sudán del Norte, Sudán del Sur, Ghana, Senegal, Guinea, Uganda, en Asia en La India... prácticamente en todo el mundo. Y lo importante era vivir en cada sitio, no tenerlo sólo como base.
¿Cómo empezó esta relación tan cercana con el pasaje?
—Es por una cuestión de carácter. Es muy importante humanizar los aviones y acercar la tripulación a los pasajeros. Ser cordial hace que el cliente se sienta más seguro. Pero la razón más importante es para controlar a algún pasajero que ves o alguien de la tripulación te ha informado que puede dar problemas porque ha bebido o presenta un comportamiento agresivo.
¿Con qué se queda de su trayectoria durante todos estos años?
—Con el cariño de la gente. Ha sido impresionante cómo se ha portado conmigo todo el mundo durante los tres años que he estado entre Eivissa, donde resido, y Mallorca. No tengo más que palabras de agradecimiento.
¿A qué le hubiera gustado dedicarse de no haber sido piloto?
—Pues a marino mercante, pero de un barco antiguo, con solera, como los que salen en los libros de Tintín, de esos que transportan cosas raras de todas partes del mundo. Y si no, director de orquesta. Me apasiona la música.
¿El pasaje y sus tripulaciones siempre entendieron bien este carácter suyo tan campechano?
—En la gran mayoría de las ocasiones sí. Pero a ver, hay que dejar una cosa muy clara. El comandante era yo y por tanto el máximo responsable. Y saber mandar es muy importante.
¿Alguien de su familia le ha seguido los pasos?
—Mi hija fue TPC durante un tiempo, pero como es mucho más lista que yo lo dejó. Tiene un restaurante en la Costa Brava y le va de fábula.
¿Tiene razón de ser la mitificación de la profesión de piloto?
—Creo que nuestro trabajo no es más del que realiza cualquier profesional que ha estudiado una diplomatura o licenciatura.
¿El mayor peligro que ha tenido a los mandos de un avión?
—En todos estos años ha habido situaciones difíciles, pero estamos para solucionar los problemas. Si no, nuestro trabajo lo podría hacer un niño.
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