Frank. B.V. reconoció ante el juez haber tomado seis cervezas con
un bocadillo de tortilla antes de que la furgoneta Renault Express
que conducía en la tarde del 14 de abril del año pasado se llevara
por delante la vida de Antonio Olmedilla Emper, de 49 años y quien
fuera mecánico de Comisaría. La víctima se dirigía hacia Sant
Antoni en su bicicleta cuando fue fatalmente arrollada por la
citada furgoneta, que giraba en dirección a Sant Rafel. La
acusación particular en este caso pide una pena de 4 años de
cárcel, otros 6 de retirada de permiso e indemnizaciones que en su
conjunto rondan los 145.000 euros. El fiscal requiere una condena
de tres años de prisión.
El informe de Tráfico achacó toda la responsabilidad del
siniestro al residente holandés. Según éste, ratificado ayer en el
juicio por un agente del destacamento de Eivissa, la colisión se
produjo después de que Frank B.V., con condiciones de visibilidad
excelentes, no respetara convenientemente la señalización de ceda
el paso cuando conducía en estado de ebriedad. Las pruebas de
alcoholemia a las que se sometió al sospechoso tras el accidente
arrojaron tasas de 1,13 y 1,12. En el atestado, a su vez, se
recogió que el conductor implicado necesitó agarrarse por su
desequilibrio en el vehículo oficial cuando subió a él para que se
le practicara la etilometría, prueba que luego fue reafirmada con
un análisis de sangre voluntario.
La Guardia Civil también constató síntomas de ebriedad en el
aliento. El acusado, pese a ello, negó ayer que fuera borracho y
atribuyó todo a una distracción. Justificó su estado tras la
colisión por el «gran nerviosismo» que padeció al ver que había
muerto una persona. «Estaba lloroso y muy confundido. Es una
fatalidad que no podré olvidar. Ocurrió por una distracción»,
aseguró. Además, manifestó que tomaba un jarabe para la bronquitis
sin saber que ello podía ser contraproducente con la ingesta de
alcohol. Frank B. V. había recogido minutos antes a una persona que
hacía dedo. Según varios testigos, la furgoneta, que procedía de
Sant Antoni, realizó una corta parada en el cruce de Sant Rafel
antes de invadir el carril contrario.
«Supongo que no se vieron. Dimos un grito dentro del coche pero
no dio tiempo a nada», explicó ayer el alcalde de Sant Antoni, José
Sala, que circunstancialmente iba en un coche detrás del
siniestrado.
La víctima, ciclista experimentado, no llevaba casco cuando se
produjo la colisión. El forense dejó claro que el impacto fue tan
grande que probablemente no hubiera evitado su muerte.
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