Luis Fernando Gómez, ayer, tranquilo, antes de volver a entrar en la sala de vistas de la Audiencia.

El jurado reunido en Palma por el caso del colombiano que en febrero del año pasado mató en Platja d'en Bossa a un compatriota una pelea decidirá en los próximos días su veredicto. Todo ello sucederá después de que ayer declararan en la Audiencia los guardias que intervinieron en la investigación y detención del sospechoso (ocurrida cuando éste regresaba a la escena del crimen), así como los peritos. El jurado, que hoy conocerá sobre los hechos que se debe pronunciar, sopesará, entre otros elementos, si hubo un simple delito de homicidio o si la muerte de José Oberdan Fran Espina, de 35 años, se debió a una imprudencia y a un arrebato espoleado por el alcohol y las drogas, tal y como argumenta en este último punto la defensa.

Los guardias civiles que declararon ayer, sin embargo, dejaron claro que, frente a lo asegurado por el acusado, éste no evidenció síntomas de ir bebido cuando se procedió a su detención en la misma puerta de los apartamentos Ibal. El acusado, Luis Fernando Gómez Aránzazu, 'concuñado' de la víctima y para el que el fiscal pide 15 años, declaró el día anterior que «perdió la cabeza después de haber consumido grandes cantidades de ron y cocaína» en una noche de copas con el que fuera su amigo. Los agentes de la Benemérita que testificaron durante la sesión de ayer, por contra, aseguraron que tampoco encontraron ningún estupefaciente en la víctima ni en el detenido. A todo esto se suma que, cuando fue arrestado, Luis Fernando Gómez no dijo haber tomado cocaína ni solicitó que se le sometiera a ninguna prueba. José Oberdan pereció de una hemorragia cerebral tras recibir al menos cinco impactos directos en la cabeza que le causaron una fractura craneal. Apenas se defendió. Los forenses señalaron que todo indica que los golpes fueron causados directamente por una persona con mucha fuerza, hipótesis que prácticamente descarta la tesis de un fatal desenlace por un empujón. Los exámenes de los peritos, asimismo, acreditaron el carácter antisocial del acusado y evidenciaron su más que posible talante violento. Un psicólogo le definió como un «enfermo mental», calificación en la que no coincidieron los forenses.