«No tenemos donde vivir, ni donde comer. No se nos puede tratar
como si fuéramos títeres». De este modo se expresaba ayer por la
mañana uno de los vecinos desalojados del edificio que resultó
dañado el pasado sábado al desplomarse el local de Viajes Barceló
en la avenida de Sant Jordi. Todos los afectados que se acercaron
ayer al lugar manifestaron su descontento por la falta de atención
que, a su entender, ha demostrado el Ayuntamiento de Eivissa hacia
ellos.
«Durante todo este fin de semana nadie se ha acercado al hotel
para brindarnos apoyo psicológico para los niños ni para
informarnos acerca de las soluciones que debían tomarse respecto a
nuestras casas», se quejaba amargamente una de las vecinas.
«Psicológicamente estamos destrozados -añadía-. Mi hija no duerme
desde el sábado. Se creen que somos de piedra. Esto no es ninguna
broma». «Lo único que sé es que estoy en la calle con mis hijos»,
afirmaba otro. El concejal de Bienestar Social, Santiago Pizarro,
les aseguró que dicha asistencia psicológica les será brindada.
A las nueve de la mañana, algunos de los vecinos ya se habían
concentrado junto al edificio siniestrado, aguardando la llegada de
los responsables municipales y criticando que ninguno de ellos
pudiera asistir a la reunión que celebraba el arquitecto municipal
con los responsables de Viajes Barceló. Tras un fin de semana
alejados de sus hogares, todos los afectados prestaban ayer una
gran atención a las explicaciones que, uno tras otro, les brindaban
el arquitecto municipal, el concejal de Urbanismo, Joan Bonet, y el
responsable de Bienestar Social, Santiago Pizarro, quienes les
reclamaron «un poco de paciencia y tranquilidad». «Creo que estamos
bastante tranquilos para la situación en la que nos encontramos»,
replicó una de las vecinas. «Esto sólo lo sabe el que lo
padece».
La dificultad a la hora de intentar llevar una vida normal en el
hotel era también uno de los temas de conversación y de queja
durante la mañana. «Los horarios de comedor en el hotel no se
ajustan a los horarios que, por ejemplo, tiene la gente que
trabaja, que en muchas ocasiones termina su jornada cuando la
cocina ya ha cerrado», relataba una vecina que solicitaba que se
les alojara en algún lugar en el que al menos pudieran cocinar y
lavar la ropa.
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