El presidente de El Salvador, Francisco Flores, quien ayer
comenzó muy temprano su jornada de supervisión en algunas de las
zonas afectadas en San Salvador, dijo a la prensa que ya no es
posible que se produzca un maremoto, e hizo un llamamiento a la
calma y la precaución. Añadió que, según las consultas que se han
hecho con expertos de Nicaragua, un maremoto pudo ser posible unas
dos horas después del terremoto del sábado, de 7'6 grados en la
escala de Richter y que se registró a las 11.35 hora local. Flores
expresó que ha habido una extraordinaria respuesta de solidaridad
de países amigos y que ha recibido mensajes de sus colegas Bill
Clinton (EE UU), Vicente Fox (México), Andrés Pastrana (Colombia),
Hugo Chávez (Venezuela) y todos los gobernantes de Centroamérica,
entre otros, así como del jefe del Gobierno español José María
Aznar.
En algunas comunidades la población celebra misas al aire libre
frente a las iglesias, aunque hay pueblos en los que los templos
también fueron destruidos por el seísmo. Un ciudadano lloraba ayer
ante la televisión al relatar que el terremoto se «llevó a mi hijo
de 23 años y a mi esposa, después de un matrimonio de 30 años». En
San Salvador se vive una relativa calma, pero en el rostro de las
personas que caminan por las calles o los que viajan en vehículos
particulares, autobuses y camiones se refleja el dolor que embarga
a este pequeño país centroamericano. Las naciones vecinas de
Centroamérica continúan enviando su ayuda, algunas vía
terrestre.
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