El médico de Can Misses procesado bajo la acusación de haber
cometido un presunto delito de imprudencia grave con resultado de
muerte se sentó ayer en el banquillo para responder de estos
cargos, formulados en la instrucción únicamente por la
representación de la legal de la familia de un paciente que
falleció en este hospital en marzo de 1994.
El acusado, para el que se piden un año de cárcel, otros tres de
inhabilitación y una indemnización final de 30 millones de pesetas,
defendió ayer ante la responsable del juzgado de lo Penal que
tendrá que dirimir su causa el tratamiento que dio al enfermo. El
médico, que operó al paciente cuando se hallaba de guardia,
confirmó que el fallecido fue operado de una oclusión intestinal y
que se optó por sedarle por el cuadro de agitación que presentaba.
Este murió tres días después de la operación tras sufrir un vómito
y asfixiarse.
El cirujano, que también vigilaba la evolución del
postoperatorio, negó primero que se le pueda achacar alguna
negligencia y argumentó luego que el tratamiento dado al enfermo en
estas fases fue el habitual. Así indicó que el paciente
evolucionaba bien cuando otra doctora que le suplía decidió
quitarle la sonda gástrica y que tras ello, independientemente de
este hecho, vinieron los problemas por la agitación del enfermo
.
La acusación planteó en la vista sus dudas por la conveniencia
de toda esta cadena de decisiones, incluida la postura en la que se
colocó al fallecido.
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