Los abogados personados en la causa, entre ellos, Rafael Perera, representante de los 39 mallorquines heridos en el choque, poco antes de entrar en la Sala. Foto: GERMÁN G. LAMA.

Las proas del «Rápido de Formentera» y del «Rápido de Algeciras» estuvieron condenadas a buscarse en la tarde del 28 de julio de 1991 cuando el primero navegaba hacia Eivissa y el segundo hacia Formentera. El capitán de este último barco, acusado de un presunto delito imprudencia temeraria, ayer quiso hacer ver ante la responsable del juzgado de lo Penal número 1 de Eivissa, Marta Díaz, que la colisión que sufrieron ambos barcos fue un desafortunado accidente, ajeno completamente a cualquier competición entre las tripulaciones que se vieron involucrados en un colisión que se saldó con 40 heridos y 70 afectados. Esta sospecha ha estado desde el principio en un proceso que ha durado nueve años.

«Hice lo que creí más oportuno en ese momento para intentar evitar el abordaje». Así lo aseguró a la Sala el capitán del «Rápido de Algeciras» cuando explicaba, ayer, en el primer día de juicio en esta causa para la que se le piden penas seis meses de arresto mayor y 50 millones en indemnizaciones, los momentos que precedieron al abordaje de ambos barcos. El acusado, único imputado que puede testificar al fallecer el hombre al que correspondía el gobierno del otro rápido implicado, calificó al difunto de un «buen profesional» que, como a él, «nunca se le ocurriría jugar con la vida de nadie». Según su versión, no hubo maniobras extrañas efectuadas a propósito de ninguno de los dos capitanes -supuesto en el que sustentan las acusaciones por el testimonio de varios testigos- sino guiñadas de las embarcaciones, propias de la navegación.

TESTIGOS
Los pasajeros afectados que comparecieron ayer -el miércoles lo harán los 39 vecinos de Sineu y el viernes los residentes en la península- discreparon en varios puntos cuando en la Sala las partes intentaban aclarar cómo se produjeron lo que para las acusaciones no eran guiñadas sino maniobras imprudentes en un «pique» entre capitanes. De la quincena de pasajeros que testificaban, todos ellos a bordo del «Rápido de Formentera», pocos pudieron aportar datos concretos de qué barco «buscaba» al otro y, en estos testimonios, también se entrevieron contradicciones.