El «Barón» momentos antes de que comenzara el juicio que se celebró ayer ante la mesa de la Audiencia Provincial. Foto: GERMÁN G. LAMA.

JOSE JAVIER MONERRI Miguel Fernando Torres Rudilla hacía que sus clientes portaran velas encendidas mientras les atendía en su consulta de la Avenida de España de Eivissa, les llegó a recetar frascos con un contenido más que dudoso -en un caso concreto con escamas que «podían» aumentar la potencia sexual- y llegó a entregar objetos para que fueran utilizados en favor de sus sortilegios, entre ellos un anillo. Así lo atestiguan sus víctimas que aseguraron haberse gastado 10.000 pesetas cada vez que visitaban el gabinete del «Barón».

Aparte se abonaron supuestamente varios talones -algunos hasta de 300.000 pesetas- a cambio de «trabajos» encaminados a resolver sus problemas con la promesa de ser devueltos si el «conjuro» no funcionaba. En ello se incluían, teóricamente, gastos por viajes a Palma. Madrid y Asturias donde el «Barón» les dijo que tenía que ir para que se cumplieran sus deseos.

Torres Rudilla, acusado de estafar con estos procedimientos cantidades próximas a los cuatro millones desde 1994 a 1996, fecha en que se marchó de Eivissa para instalarse definitivamente en Palma, lo negó todo ayer ante la Audiencia Provincial y aseguró que lo único que hacía era conversar con sus clientes cuando les echaba cartas del Tarot.

Eso al menos sí quiso dejarlo claro, porque el «Barón», que paradójicamente también realizó supuestos trabajos de fontanería mientras vivió en Eivissa para sus clientes, no quiso contestar a ninguna pregunta que le formuló la acusación particular. Entre éstas figuraba la de si grababa sus consultas.

El «Barón» Rudilla, que dijo poseer un diploma en estudios de parapsicología por una escuela de Valencia, con título incluso obtenido bajo notario, también negó a la Sala que en algún momento aconsejara o diera pomadas, jarabes, elixires y menos que las utilizara delante de sus clientes para predecir el futuro, tal y como le insinuó el fiscal. Precisó que únicamente daba consejos normales. Sólo el ministerio público pide para él tres año de cárcel por estafa al que sumó ayer otro año por intrusismo tras oír el testimonio de los testigo. La acusación particular, por su parte, mantuvo los cinco por fraude y otro por intrusismo al imputarle que se hiciera pasar por psicólogo y publicitarse.