Eduardo González Arenas no era precisamente la persona más estimada de Eivissa. Pese a que mantenía un comportamiento aparentemente correcto, desde que salió de prisión se le había visto con amistades poco recomendables, sobre todo de jóvenes. Se sospechaba que intentaba rehacer la secta «Edelweis», que él mismo creó en los años 80 y que le supuso tantos problemas. Se trataba, en teoría, de un grupo de jóvenes guiados por el amor a la montaña. En realidad se trataba de reuniones en las que los monitores abusaban sexualmente de los más jóvenes. Los adeptos, como muestra de fidelidad a la secta, se tatuaban una cruz bajo una axila con un hierro caliente.
Las amistades de Eduardo González
El líder de «Edelweis» murió a manos de uno de los jóvenes a los que quería inculcar su discurso
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