El frío y el fuerte viento que azotó ayer la isla de Ibiza no restaron ni un ápice de emoción a uno de los últimos actos conmemorativos del 50 aniversario de la catástrofe aérea de Ses Roques Altes, en Sant Josep.
Fue un homenaje celebrado en petit comité, con una pequeña representación de políticos y familiares de algunas víctimas. Cerca de 20 personas acudieron al Cementerio Nuevo de Ibiza, donde se depositó una corona de flores en memoria de los 104 fallecidos en el vuelo 602.
Entre un absoluto silencio, el alcalde josepí Ángel Luis Guerrero y la teniente de alcalde de Ibiza, Elena López, colocaron la gran corona bajo la placa donde puede leerse el nombre de quienes viajaban en el avión aquel 7 de enero. Precisamente, a sus pies se encuentra la fosa común en la que descansan la mayoría de fallecidos.
Manuel Sevilla, sobrino de una de las víctimas, recordó que tenía seis años aquel 7 de enero de 1972: «Vi que en mi casa pasaba algo. Muchos llantos, mucho susto y no entendía qué pasaba. De pequeño mis padres me traían aquí y ahora yo les traigo a ellos y también a mis hijos. Es algo que queda marcado en la familia».
Elena López reconoció que la catástrofe siempre ha estado muy presente en su casa e incluso señaló que su propio padre estuvo a punto de viajar en el vuelo accidentado. Uno de sus tíos participó además en las labores de recuperación de restos.
«Lo hemos vivido de una manera muy sentida. Te hace pensar y nos marcó a todos los ibicencos. Precisamente, he dicho a una de las familias que pueden estar tranquilos porque para la sociedad ibicenca es un hecho que está muy presente», relató la teniente de alcalde.
Francisco Asensio perdió a su hermano y a su cuñada en el accidente, ambos de 26 años. «Es como reabrir ahora una herida y te emociona», reconoció. Este familiar rememoró cómo conocieron la noticia y cómo el suceso afectó principalmente a su madre: «Fue muy duro. Creo que ya de por vida estuvo de luto».
Con emoción, María del Carmen consideró «bonito» este homenaje para que los fallecidos «no caigan en el olvido». Entre ellos, su madre Hipólita quien se dirigía a Ibiza para venir a buscar a la abuela. «Nos quedamos solas», lamentó.
«Si puedo evitarlo, no me subo a un avión. En general, no me gusta ningún viaje. Me afectan mucho», insistió esta valenciana.
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