Tonia Vera, directora regional de CBRE en Palma, explica que «el impacto de la COVID-19 en el mercado residencial balear se ha visto agravado por las restricciones a la movilidad de la demanda extranjera, especialmente en zonas costeras, afectando tanto al precio como al volumen de actividad».
Vera añade que, gracias a la estabilidad del mercado inmobiliario balear, su escasez de competidores y la incipiente recuperación de las economías europeas, «la venta de vivienda a compradores internacionales, que suponen el 30% de la demanda, podría reactivarse a partir del segundo semestre de 2021».
El informe sectorial de la consultora indica que el impacto de la pandemia en el sector inmobiliario también se ha reflejado «en la compraventa de viviendas de obra nueva, que cayó un 8,9 % hasta las 1.188 unidades vendidas, y en mayor medida en la de segunda mano, con un descenso del 28 % y 10.351 transacciones realizadas».
A pesar del descenso en el sector residencial, el retroceso de la demanda no ha sido generalizado en Mallorca. La demanda en Algaida, Santa María o Marratxí creció ligeramente. Esto no sucedió en las zonas costeras de Mallorca y Eivissa, donde la fuerte dependencia del mercado extranjero provocó una retracción de por encima del 30 %.
En cuanto a las promociones, Palma y Eivissa aglutinaron el pasado año la actividad. Palma tenía 48 nuevos proyectos residenciales de construcción, que suponen 2.304 viviendas.
Respecto a los precios de venta, «el mercado balear ha mostrado una gran resiliencia en 2020, ya que no se detectaron retrocesos significativos, si bien el ritmo de crecimiento se ha ralentizado, tendiendo así a la moderación», puntualiza Vera.
Como consecuencia del continuo crecimiento del precio de la vivienda en Balears, el número de hogares que residen en régimen de alquiler y cesión se ha incrementado en un 46 % entre 2004 y 2019.
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